Una chica cortada en dos (Claude Chabrol, 2007)

ChicaenDos

Nuevo filme de Claude Chabrol, que acude a la forma televisiva para manejar temáticas que critican con cinismo las costumbres de la alta burguesía y sus vergonzosas e intrincadas relaciones amorosas, desprovistas de moralidad y de toda necesidad afectiva real, convertidas en una mera derivación superficial de sus impulsos.

Chabrol realiza una presentación ejemplar de sus personajes. Los mitifica, les da perspectiva y profundidad, ofrece mucha información con una cantidad limitada de recursos y en muy poco tiempo, y es muy loable el conseguir mantener el interés de su cinta aún a pesar de su nimio trasfondo palaciego.

El trío actoral, los dos pretendientes y la propia mujer del título que no se decide entre uno u otro, ejecutan con acierto sus papeles, si bien la frialdad con que se narra el discurso impide que el espectador se reconozca nunca en unos o en otros.

Eso es lo único que se le puede achacar a Chabrol, pues el resto de sus decisiones narrativas son tan solventes como sofisticadas, y convierten un argumento televisivo en un filme de primera línea con tan sólo su eficacia en el poder de su puesta en escena.

Eduardo Serra, con su fotografía hábil y experta, tiene también mucho que ver en ello. Sabe captar la esencia de cada lugar, de ofrecer el tono de colores y sus contrastes de una manera perfecta, y en esa refulgencia estética es donde más destaca la película del autor francés, encuadrada en ese contexto de belleza plástica y de exquisita elegancia.

Queda por lamentar sin embargo que el propio Chabrol no sepa asumir la inmoralidad del relato y no se atreva a mostrar justo los hechos por los que luego acusa a sus personajes. Una orgía nunca mostrada sobre la que pivota el argumento y que quedará siempre bajo la censura del propio autor. Una decisión (no sabemos desde dónde) que contradice el espíritu de la propia fábula y que impide una vez más reconocer la magnitud de la historia tanto como reconocernos en alguno de los personajes tras no poder imaginar cómo les afecta a cada uno de ellos esos hechos ocultos.

El título de la película queda explicitado, innecesariamente, en la última escena, una escena que se separa del resto de la película con un marcado tono surrealista del que no participa el resto del metraje. Ludivine Sagnier es, literalmente, cortada en dos por un mago sobre un escenario.

O tal vez es sólo una ilusión, tal como la historia trágica y perversa que ha vivido entre bambalinas, y el mago sólo sea Chabrol que se descubre tan bromista como para explicarnos que su última película con sabor a telefilme no es más que un agradable e intrascendente juego de manos.