Decía Montxo Armendáriz en una entrevista que había intentado huir del morbo, el melodrama y el escándalo. Al acercarse a una historia de abusos sexuales en la infancia, y al filmar a una adulta que ha construido su mundo en base a los miedos que ha generado esa experiencia, el realizador se enfrenta al dilema moral sobre cómo convivir con esas imágenes sin caer en el drama gratuito.
Lo que construye es un filme de fuerza arrolladora, de silencios encontrados, de miedos y de tensiones pero también la historia de una liberación, del triunfo de la voluntad sobre los temores. Una película de gestos, de lo que no se dice, una película que habla a través de huidas, a través de los actos que no tienen lugar, de la ausencia del mundo de una chica que ha sido privada de una de sus mayores libertades, filmada por un autor incapaz de ocultar su especial sensibilidad, su frágil y sensible visión del mundo.
Enorme Michelle Jenner, en un papel protagonista que bien podría haber sido esclavo de histrionismos dramáticos y de exagerada representación. La interpretación se muestra tan contenida como la propia película, la conduce con fuerza y en ella recae el elemento más hermoso de la película: ante su languidez, ante la fina y sencilla belleza de la actriz que queda anulada frente a las emociones quebradas de su experiencia, Armendáriz parece estar filmando a un ángel caído.
Nunca una ciudad dio tanto la impresión de ser el lugar más solitario del mundo. La cámara sigue los devaneos de Silvia, el personaje de Jenner, a través de una ciudad desolada por la indiferencia. Quizás el rodar siempre a través del plano-secuencia como herramienta narrativa sea la decisión más acertada de la película. Percibir las escenas con tal sensación de unidad imprime un realismo y naturalidad al relato que ayudan a hacer más cercana si cabe a esa Silvia, a esa niña anónima que trata de huir de sí misma para volver a encontrarse.
Quizás al encontrarnos con que, abruptamente, algunas escenas rompen esa decisión a la hora de filmar y de repente el plano se corte inexorablemente, se muestren de manera inevitable algunas fisuras en las intenciones de No tengas miedo.
Armendáriz decide rodar en plano-secuencia toda su película, pero en contadas ocasiones la acción pide un ejercicio de montaje. Decide huir de toda muestra explícita en los abusos sexuales huyendo del dramatismo, pero decide sostener el plano sobre la mirada aterrada de la niña. Quiere que los silencios sean los que narren su película, pero luego utiliza testimonios de otras personas entre escenas para explicitar el verdadero espíritu de la película. Pretende no usar música en el filme amparándose equívocamente en que ésta puede condicionar las emociones del espectador, cuando en el fondo termina por filmar sus mejores escenas cuando Silvia toca el violoncello y se aferra a él y a su sonido como vía de escape.
En definitiva, No tengas miedo está llena de éxitos, pero para llegar a ellos su realizador ha tenido que traicionar muchas de las decisiones de las que se enorgullece haber tomado. En ese deseo de que la película huya de estereotipos y de que se la etiquete con facilidad y con desidia, Armendáriz consolida una película que sabe perfectamente todo lo que no quiere ser, pero que no encuentra la manera de reinventarse.
En otras palabras, la película no quiere ser muchas cosas, pero tampoco sabe querer ser ninguna. Un filme que sabe desmarcarse de muchos lugares comunes, pero que no consigue encontrar ninguno diferente. Armendáriz terminará evidenciando una trampa mayúscula en sus nobles decisiones morales. Su película acaba basando su éxito en mostrar todo aquello que no es, pero intentando no traicionarse a sí misma se ve incapaz de construir algo nuevo, algo diferente.
El intento, sin embargo, ya vale por la filmografía completa de muchos otros realizadores. Esa búsqueda de despojar al cine de todo lo accesorio ha desembocado en una película valiente, un filme único en su género inevitablemente hermoso. Las decisiones morales del realizador de Tasio, la que algunos siguen considerando su mejor película, no impiden que No tengas miedo nos recuerde cómo el cine sigue siendo, hoy, la manera de contar ciertas cosas que el ser humano nunca se atrevería a afrontar.