Martin Scorsese. El montaje que sabía hablar

El Sacerdote Vallon le da las últimas instrucciones a su hijo antes de partir a la batalla. Sus últimas palabras son también los primeros recuerdos de la vida del niño. Unos pocos gestos, rodados a la manera de un sueño, en pequeños planos cortos iluminados con mesura. Ese es el comienzo de Gangs of New York. En total, doce cortes en el montaje.

¿Demasiados cortes para un filme de Martin Scorsese? Depende del momento y de la decisión de planificación, pues Scorsese siempre ha entendido el montaje como herramienta narrativa, y en esa cualidad debe residir uno de los motivos de su grandeza. Para él, y para su montadora, Thelma Schoonmaker, la elipsis o el corte brusco, el montaje frenético o la sucesión de planos desde distintos ángulos es tanto o más expresiva que uno de sus virtuosos movimientos de cámara.

En la presentación de sus personajes, por ejemplo, Scorsese siempre preferirá el montaje antes que una toma maestra, o al menos una combinación de ambas, primando siempre una colección de planos detalle que ayuden a definir visualmente al sujeto, como ocurrirá pocos minutos después con la aparición de Bill el carnicero.

En este prólogo, sin embargo, la secuencia está montada con planos cortos, bajo una planificación convencional. La impresión de que algo está fallando es inmediata. ¿Es esta una película de Martin Scorsese? El montaje puede servir como instrumento narrativo sólo en las manos de unos pocos cineastas, con Scorsese a la cabeza. Pero también puede servir para mutilar las aspiraciones reales o potenciales de una película, si sus elementos se recortan con dureza, se omiten, o se ordenan de una manera equivocada.

Si analizamos en profundidad esas imágenes, encontraremos el enorme poder comunicador del cine. La secuencia arroja en realidad una cantidad de información mayor que películas completas de otros muchos autores.

Mientras el espectador más desorientado se fija en la participación de Liam Neeson, o escucha la banda sonora de Howard Shore, o quizás aún se esté acomodando en su asiento (no han aparecido siquiera los títulos de crédito), esta secuencia posiblemente sea la más importante, un documento vital en tanto que ayuda a explicar qué significa realmente Gangs of New York.

Doce planos para ilustrar una sola escena que Scorsese, en otras circunstancias, hubiera planificado bajo una sola toma. Un ingente material filmado, pues, que se agolpa y se atropella a sí mismo para tener cabida en un metraje definitivo. Es decir, hay mucho más material rodado del que aparecerá en la cinta, mucho más que en cualquier otra película. Estamos asistiendo, por tanto, a una narración parcial, que mostrará una visión reducida de la historia real que el realizador tenía en su cabeza.

En segundo lugar, el inserto de una hoja de afeitar, otra protagonista de la escena, remite irremediablemente a uno de los primeros cortometrajes del autor, The big shave. Un inserto que vincula esta historia épica con su primera obra audiovisual. Toda una vida dedicada al cine que desea culminar en esta obra magna. Scorsese señala, en ese pequeño detalle sin importancia aparente, que posiblemente haya más de sí mismo en esta película que en toda su filmografía. Que va a verter todo lo que él es como cineasta, desde sus orígenes hasta sus más profundos hallazgos.

Doce planos. Doce planos que Scorsese podría haber filmado en una toma larga. Un montaje convencional para una película de gran presupuesto. Esto sólo conduce a pensar en la poca capacidad de decisión que el autor tuvo sobre la película, y especialmente sobre su montaje final. Es por esto por lo que suele decirse que Gangs of New York es más una película de Harvey Weinstein, productor que revisó el montaje para su estreno en salas comerciales, que una película del propio Scorsese. Esos cortes de montaje, vagos y poco rotundos, hacen pensar que su director no pudo hacer, en ningún momento, la película que quería hacer o, más concretamente, la que no le dejaron hacer.

Este prólogo es, por tanto, una declaración de intenciones en sí misma. Una manera sutil y hermosa de explicar qué clase de película estamos a punto de ver. Una obra importante pero impedida, frustrada, mutilada por las exigencias de lo comercial y esclava de su monumental presupuesto. Un negocio que ha especulado durante toda su historia con las obras de arte.

Resulta fundamental saber leer la riqueza de la información de esta secuencia inicial, para posteriormente encontrar, en esos destellos del filme donde puede encontrarse la obra maestra esperada, la película que realmente quería firmar Scorsese, ahogada por tristes circunstancias, y aprender a apreciarla aún a través de su conflictivo montaje, en el que convivían intereses enfrentados.

El montaje es también un instrumento comunicativo, y ese lenguaje tan propio del cine acaba desvelando este tipo de detalles, estas historias que subyacen bajo imágenes que tratan de recrear un tiempo pasado.

Es el poder del cine, pero también de Scorsese, un maestro que supo dejar un testimonio escondido, un mensaje a través de lo visual para quien supiera encontrarlo, con la intención de gritar que era ésta su obra maestra. Un prólogo como llave para poder acceder a su verdadera historia, para saber llegar, mientras vemos Gangs of New York, a otra película oculta bajo la superficie, aquella película en la que Scorsese se dejó realmente el corazón.