El Secreto de sus Ojos (Juan José Campanella, 2009)

SecretoOjos

‘El Secreto de sus Ojos’ no es más que otro regalo de Juan José Campanella, un director que juega al cambio de registro y al apunte de géneros dispares con el objetivo preciso de construir siempre una película bien fundamentada, en este caso, la mejor película de intriga posible.

 

Campanella juega en esta película a tejer un drama policíaco de primera magnitud, con unos personajes y una historia de peso, una gran carga dramática y emocional, y como indudable marca de la casa, un melancólico vistazo al pasado y a la memoria que se torna en una nostalgia que nunca resulta efectista, sino natural.

 

Es ésta la mayor virtud de su autor, la de, pise el género que pise, transformar en propia cualquier historia que intente llevar a la pantalla. Su firma es apreciable y evidente en el excelente trabajo con los actores, pero sobre todo, en ese tono constante de nostalgia y melancolía recubierto de constantes pinceladas de humor, que inunda cada plano que compone la película y donde todo parece confabularse para potenciar ese estado emocional.  

 

El material novelesco no se resiente al ser adaptado, en manos del director el argumento se convierte en pura mantequilla, un argumento que se simplifica para desvelar desde el comienzo su mero empaque de entretenimiento. Cuánta falta de pretensiones, y cuánta maestría al admirar una película tan pequeña y a la vez tan grande en su contenido.

 

Filme que inevitablemente queda emparentado a la obra maestra de David Fincher, ‘Zodiac’, en tanto que el tono de la persecución hacia una persona que resulta esquiva y carece de rostro y que no deja huella alguna exaltan el desasosiego y la desesperanza que otorga la persecución de un espejismo. El filme argentino sin embargo se desmarca pronto de la profundidad de discurso de su referente y se enclava firmemente en los terrenos del puro entretenimiento.

 

Soberbia fotografía, deliciosa música y excelentes interpretaciones son las bazas estéticas y artísticas de un filme que nunca juega a la trampa, a pesar de sus numerosos trucos y trampas narrativas. El pulso férreo del director y la fuerza dramática del argumento ayudan a que el largo metraje discurra con sorprendente rapidez.

 

La película pierde fuerza en sus últimos minutos, pierde fuelle y empuje, obstaculizados enormemente por unos límites de representación que se escapan de sus posibilidades, y también por el abuso de algunos de sus recursos estilísticos, usados aquí con la intención de facilitar la reflexión detectivesca al espectador, quizás en demasía.

 

Lo compensa, sin embargo, todo lo anterior. Toda la magistral secuencia de la persecución en el estadio de fútbol, o la magnífica sensación de que cada diálogo es soberbio y recitado sin embargo con una facilidad pasmosa. El diseño de personajes y su perfecto perfilado le debe mucho a esos diálogos escritos con pluma ágil.

 

Sensacional película que no huye nunca de su condición de género. El flirteo con el cine negro resulta siempre evidente. Tampoco huye de esa evidente falta de pretensiones, ni de la maestría de unos recursos artísticos apabullantes. El contraste entre sencillez y genialidad narrativa la convierte en el mejor entretenimiento de los últimos tiempos.