Cavalo Dinheiro (Pedro Costa, 2014)

Cavalo Dinheiro (Pedro Costa, 2014)

Para Pedro Costa, el cine murió hace tiempo. Ya no puede contarse relato alguno; si acaso un estado de ánimo. Y en ese gesto de búsqueda, de desasosiego ante el mundo, el realizador se topa continuamente con nuevas formas, con nuevas maneras de expresión. Quizá ya no pueda llamarse cine, a no ser que hacerlo suponga olvidar su anterior significado.

Documental y ficción se han dado la mano hasta transformarse en algo diferente, nacido bajo la naturaleza de ambos. Costa sigue filmando a Ventura, aquel inmigrante caboverdiano que fuera también el protagonista de su Juventud en marcha (2006), pero esta vez las imágenes se pliegan a la propia mente ya desperdigada del anciano. Los recuerdos de la llamada Revolución de los Claveles, de 1974, se entremezclan con un presente incierto como si las imágenes de Cavalo Dinheiro materializasen el tránsito de Ventura, convertido en fantasma, a través de su propia memoria.

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El juego con las luces y (especialmente) las sombras, a través de un poderoso trabajo de fotografía, invita a pensar en cada plano de la película como un universo en sí mismo que se desangra mirando al vacío. Ventura se enfrenta continuamente a una oscuridad para la que no hay contraplano, como si el dolor que se intenta poner en escena estuviese en todas partes y no sólo en un punto del encuadre. Formas abstractas que, lejos de interrogarse, plantean en sí mismas un conflicto emocional que escapa al mundo de las palabras.

Quizás Cavalo Dinheiro sea tan fascinante precisamente por eso, porque se trata de una materia cinematográfica (sí, de nuevo el cine) absolutamente esquiva a las palabras, a cualquier intento de racionalidad o simplificación. Tal y como ocurría en su anterior obra, un mediometraje que formaba parte del proyecto colectivo Centro histórico (2012), Pedro Costa bucea en la historia de Portugal al mismo tiempo que en sus propios tormentos interiores a partir de la pura abstracción. El resultado es una película oscura, tan desasosegante como el sentimiento que la ha motivado, de difícil acceso pero llena de imágenes absorbentes. En cierto modo, el recuerdo de la pintura de Caravaggio hace pensar en Cavalo Dinheiro como heredera del Tenebrismo, aquella corriente pictórica que también habitaba en las sombras.

Abordar el film de Pedro Costa desde la reflexión crítica implica reconocer un cierto desarme, una cierta ausencia de herramientas con las que descifrar del todo lo experimentado. Cavalo Dinheiro es uno de esos filmes que, construido bajos sus propias y particulares reglas, atraviesa toda convención para constituirse como personalísima expresión artística. En el espesor de sus imágenes puede adivinarse la necesidad de un cierto futuro, uno en el que poder aprender a traducir del todo la potencia visual de un realizador tan inclasificable como su propio filme. Enfrentarse a Cavalo Dinheiro puede ser un ejercicio de fascinación pero también una prueba de humildad: reconocer que con Pedro Costa el cine no ha muerto, pero sí que ha tomado otro nombre. Con Cavalo Dinheiro comienza la aventura de encontrarlo.

Cavalo Dinheiro (Pedro Costa, 2014)