Llama la atención que una película como The Tourist haya sido tan celebrada en su país de origen, siendo lo que es. Quizás aquí hayamos visto otra película, o quizás, muy seguramente, el poder de marketing de la descomunal industria americana sea capaz de vendernos humo con una pasmosa maestría.
Lo segundo que llama la atención es encontrar el nombre de Florian Henckel-Donnersmarck en la dirección, el autor de una soberbia primera película como La vida de los otros, con la que asombró al mundo y que se atrevía a contar parte de la historia alemana reciente con pasión y un inusitado ojo clínico para radiografiar a sus personajes.
Aquí el autor, que parece haber sido seducido por la industria hollywoodiense aceptando un encargo que anula su creatividad y en la que desaprovecha el talento que prometía con su primer filme, permanece en un segundo plano a favor de la exhibición de las dos rutilantes estrellas de turno.
Apenas se pueden reconocer breves destellos de su mirada, de su habilidad para la puesta en escena, cuando hay muchos agentes que ocupan el plano. Cuando lo ocupan solamente los protagonistas, la película cae al vacío, se siente ridícula, se hace insostenible, porque tras los rostros de ambos actores no hay nada.
Que el guión sea absurdo no resulta sorprendente. Sí lo es quizás que las sandeces comiencen antes incluso de haber pasado diez minutos de metraje, y que sus giros argumentales y sus situaciones arquetípicas no sean capaces siquiera de anunciar esa clásica promesa que nunca llega.
En ese contexto, el trabajo actoral, primer y último reclamo de la cinta, resulta tan estéril como el resto de elementos por separado. Angelina Jolie es más guapa conforme pasan los años, pero su elegancia y su presencia en pantalla es sólo comparable a su hieratismo: su interpretación estática e inexpresiva casa a la perfección con una película incapaz de comunicar sentimiento alguno.
La presencia y el trabajo de Johnny Depp aquí resultan justificables tan sólo para sus mayores fans. Vuelve a repetir sin complejos la creación que hiciera hace diez años para Sleepy Hollow, el film de Tim Burton, y que reciclaría descaradamente para componer el personaje de Jack Sparrow en la saga de Piratas del Caribe, un rol que ha repetido hasta la saciedad, repleto de muecas y gags visuales que lo han terminado encasillando.
En el fondo, lo preocupante de la existencia de un producto como The Tourist, para todos sus personajes implicados, no es que se trate de la enésima producción mediocre de Hollywood y que aproveche a dos de sus mayores estrellas para sacar tajada. Lo peor es que algunos sigan pensando que éste sigue siendo el mejor modelo de cine posible.