¿Hacemos una Porno? (Kevin Smith, 2008)

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Comedia al uso que firma el extrañamente celebrado Kevin Smith y que toma los cánones de las comedias románticas para construir un disparatado argumento en torno al rodaje de una película pornográfica a cargo de una pareja de amigos con el objetivo de ganar dinero y así poder saldar sus deudas económicas.

Ya queda poco aquí del Kevin Smith de sus comienzos, del cine independiente y de los diálogos perspicaces. Está presente sin embargo el Smith adocenado de sus últimas obras, que conserva su identidad pero ya no su impacto y frescura originales.

La pareja protagonista, que comparte piso desde su época de instituto, termina por confundir el sexo de la cinta que ruedan con su propia relación de amistad, y en esa confusión acaban por reconocer su afecto mutuo y una relación de amor que ambos se negaban a admitir.
Lo que hace este disparate argumental tan entrañable es la forma de Kevin Smith para contar esas pequeñeces con una ternura exquisita, para hacerlo creíble, con su conocida habilidad para construir unos diálogos fluidos y con una puesta en escena y una calidad visual al servicio de una historia pequeña pero que se torna redonda en su sencillez.

El debate que Smith crea en torno al cine dentro del cine, (en este caso el pornográfico) bien podría unirse a otras aportaciones contemporáneas sobre el tema de cineastas como Michel Gondry.

La reflexión sobre cómo el contacto con el cine puede cambiar la cotidianidad de los personajes y el discurso de sus vidas resulta apasionante cuando lo cuentan grandes autores a través de pequeñas historias, y de cómo esa temática se filtra a través del argumento principal resulta fascinante. Ver cine, hacer cine, actividades en las que el arte se filtra en la propia vida, y viceversa.

Todo ello, sumado a la química de la pareja protagonista, da como resultado el éxito impensable de una comedia patosa y sin gracia que acaba resultando interesante.

Las intenciones de la película no dejan nunca de estar centradas en el fenómeno blockbuster, pero sin duda su alcance es sensiblemente mayor. No resulta necesario denigrar el film sólo por ser sencillo (que no simple) hasta hacerle perder su dignidad. Solamente con su título ya había perdido la poca que tenía.