Un lugar donde quedarse (Sam Mendes, 2009)

AwayWeGo

En la filmografía de Sam Mendes, importante director americano contemporáneo, juegan un papel protagonista los conflictos en el seno familiar y un estudio, a veces detallado y otras veces superficial, sobre las causas que los originan y las maneras en que las personas consiguen solucionarlos, o se hunden en ellos.

‘American Beauty’, su ópera prima en la que se encontraba muy bien rodeado en todas las disciplinas posibles, daba la impresión de haberse rodado sola. En ella el foco se centraba en lo que ocurría después de la crisis, y el resultado de este producto de diseño era sorprendente, sobrecogedor.

 

‘Camino a la Perdición’ analizaba con pulso firme el drama de una familia que había dejado de dialogar años atrás. Incluso ‘Jarhead’, su fallida visión de la guerra de Irak, la protagonizaba un joven donde las heridas familiares y el abandono también estaban presentes.

 

‘Revolutionary Road’ era el paradigma de la búsqueda de eso que a Mendes tanto le preocupa e interesa. Las causas de la erosión paulatina de un matrimonio perfectamente radiografiada, rodada con pulso firme, centrada en los dos actores principales y en las interacciones entre ambos, las dificultades de la mala comunicación y el elemento que comenzó en aquella película, que triunfó y que en ‘Un lugar donde quedarse’ se convierte en el peor lastre, la sucesión constante de secundarios que supuestamente hacen avanzar la historia y el discurrir de la pareja protagonista.

 

Y es ahí donde la nueva película fracasa, cuando se abandona a convertirse en un paseo de personajes, a cual más estrambótico, con pretensiones infundadas de provocar una inexistente carcajada, y la película desdibuja entonces su identidad como un calidoscopio de la fauna humana sin sentido alguno.

 

 ‘Un lugar donde quedarse’ pretende ser muchas cosas, y quizás consiga engañar a aquel espectador que se siente vencido ante las palabras bonitas o los gestos románticos dentro de una película incoherente, pero la realidad es que no consigue ninguna de ellas.

 

Una película independiente rodada por Sam Mendes? Que un filme se ruede sin estrellas y con dos personajes cercanos a la moda hippie (sólo en su estética) no la convierte en una película independiente. Que se haya rodado en más de seis estados diferentes, definitivamente la alejan de lo que debería ser un filme independiente, un concepto que ha terminado, desde el inexplicable éxito de ‘Juno’, en referirse más a un nuevo género, un cierto tipo de cine, que al modelo cinematográfico que proponían las productoras independientes en los años noventa.

 

Mendes se pierde en un guión lleno de detalles banales sobre las dudas de una pareja inmadura que trata de encontrar su sitio en el mundo. Un sitio que, a la postre, resulta ser un lugar, un emplazamiento, una estética determinada para un estilo de vida determinado. Dónde queda entonces la carga de profundidad espiritual que rodea la película y la insatisfacción crónica de sus personajes? Dónde están los compañeros, amigos que la pareja busca desesperadamente y que termina por evadir del todo?

 

Una respuesta de la película que confirma su impostura, la de dos chicos progres que deciden finalmente volver a sus orígenes y aislarse por completo del resto del mundo. Es ésta una decisión de dos personajes que se apoyan en la cultura hippie como modelo de vida? Más bien retrata la clásica incoherencia entre los principios ideológicos personales y el modo de actuar real que aqueja a la sociedad del bienestar. Lo peor es que Mendes no critica estos hechos, sino que los retrata como la resolución correcta.  

 

Los detalles banales se centran en las incoherencias y los caprichos de una mujer que no sabe lo que quiere y de un hombre retratado como un niño grande con aspecto de freak inefable. Que algunos diálogos entre ellos sean puramente románticos y reflejen con más o menos acierto la sencillez a la que debe aspirar una verdadera relación de pareja no consiguen salvar todas sus lagunas, al margen de que esas escenas estén principalmente dirigidas a cierto público femenino que el director pretende tener como aliado en su impostura fílmica.

 

Un verdadero error en una filmografía del todo brillante. Un encargo que huele a impostura por todas partes. ‘Un lugar donde quedarse’ es sin duda la cruz de un modelo de película como ‘Revolutionary Road’: un filme que pretende abordar con madurez cuestiones profundas a través de unos personajes inmaduros, y que pierde la batalla ante una inmadurez que termina utilizando como discurso propio.