Si el mundo del cine tratara de elaborar la expresión sublime de una colección de tópicos, sin duda se llamaría Tenías que ser tú.
No hay comedia romántica, ni película por extensión, que acumule tal cantidad de lugares comunes, de escenas conocidas y de momentos previsibles que el susodicho filme de Anand Tucker.
En él, los excelentes Amy Adams y Matthew Goode, en otras lides capaces de llevar a su generación a alcanzar grandes metas en el campo de la interpretación, se rebajan aquí al tópico más absoluto. En la película, con un descaro perjudicial para la salud, las mujeres tienen como único objetivo vital atrapar a un hombre, y éstos, viven con una sola neurona en busca de la supervivencia emocional.
A quién va dirigida, pues, esta película? Si no solamente es intragable sino que, además, no se preocupa en esconderlo, la cinta merece todo los desprecios posibles.
El nombre propio de Lap Year, su título original construido en base a un argumento en el que no tienen cabida la sensatez ni la originalidad, recae en Newton Thomas Sigel, fotógrafo que logra hacer olvidar por momentos, gracias a sus perfectas imágenes de postal y a su creatividad colorista y nada artificiosa, el esperpento argumental que sucede a lo largo de todo el metraje.
Sus imágenes insidiosas quedan en el recuerdo, e insuflan vida alrededor suyo, incluso a una historia que carece de todo interés.
Los personajes principales, aún cuando Amy Adams y su acompañante masculino le insuflen ciertos matices en su afán por dotarles de vida, se ven reducidos al estereotipo más gastado imaginable.
La historia de la chica que quiere casarse con su prometido a toda costa, y que durante el viaje se enamora de su nuevo acompañante, queda reducido a lo ridículo en esta hora y media de puro despropósito.
La diferencia entre las películas de género hechas con buen oficio y las que buscan el puro taquillazo a toda costa dejan entrever sus armas con una gran rapidez, en una época en que el espectador tiene las herramientas suficientes como para saber en qué liga se juega el partido. Tenías que ser tú está, por derecho propio, en uno de esos extremos.