Salt (Phillip Noyce, 2010)

Hace casi dos décadas del éxito de El Fugitivo en pantalla grande, dirigida por un Andrew Davis que firmó en Hollywood buena parte de los mejores blockbusters de los años noventa.

Phillip Noyce no es aquel Andrew Davis en estado de gracia que ofreció películas comerciales de gran intensidad y de acción trepidante, aunque al principio de su carrera ya se confirmara como buen realizador del thriller de espionaje, con su estupenda Juego de Patriotas.

Salt, sin embargo, basada en la misma premisa de persecución a un inocente que trata de demostrar esa inocencia por sí mismo, es esclava de un guión absurdo que la sitúa en los límites de la ridiculez una vez ha presentado su premisa inicial.

Y resulta extraño, pues a pesar de que la historia de Kurt Wimmer tenía cierto potencial como argumento de espionaje, el tratamiento recibido por parte del excelente guionista Brian Helgeland no ha dado ningún resultado positivo.  La infamia de Wimmer como escritor de cintas mediocres empieza a consolidarse como legendaria.

El problema de Salt, tras una presentación de cierto interés, es que busca, con una ingenuidad preocupante, provocar la sorpresa en el espectador en cada paso que da su personaje protagonista.

Esos giros de guión constantes basados en el peligro de las falsas apariencias buscan el impacto directo, el cambio de lo imprevisible, y lo busca haciendo un claro sacrificio hacia el clima general de la película, que termina sumida en un caos de confusión por un argumento inverosímil y una narración incapaz de orientar al espectador tras cada giro argumental absurdo.

Probablemente no sea una película recomendable ni siquiera a los fans de Angelina Jolie. La actriz, tras un comienzo lleno de dulzura y radiante en las escenas sin conflicto que propone el inicio de la cinta, encuentra imposible defender con éxito la ambigüedad que plantea su endeble personaje.

Como película de espionaje, resulta ridícula. Como filme de acción, los mejores momentos tienen lugar en los primeros veinte minutos de metraje. Al igual que en la propia historia, todo lo que vendrá después es mentira.