Los mejores discos de 2017

Tiempo para hacer memoria, rescatar lo más destacado del año y para introducir una nueva propuesta: la mejor música escuchada durante el año, especialmente centrada en los discos de música clásica que ha proporcionado este 2017.

Wagner – Parsifal (Hallé, Sirk Mark Elder) – Elegante y contenida adaptación de la última ópera wagneriana, preocupada especialmente por un cierto ascetismo que reduce la música a revelar la sencillez esencial de su escritura y una cierta cualidad espiritual. La emoción no brota nunca de la cantidad de decibelios, tratando de huir de ese ardor romántico malentendido con el que se ha interpretado esta obra a lo largo de la historia fonográfica. De algún modo, Mark Elder intenta ofrecer un Parsifal tal y como si fuese escuchado por primera vez.

Rossini – String Sonatas / Hoffmeister – Solo Quartets Maravillosa recuperación de algunas piezas de cámara, totalmente eclipsadas en el mercado musical por las óperas superventas del compositor italiano. Una deliciosa selección que reivindica la habilidad del músico para la música de pequeño formato y para sortear algunas de las convenciones formales de la época con sumo atrevimiento. La toma de sonido es, además, una de las mejores labores de ingeniería del presente curso: claridad asombrosa de planos, brillante nitidez y equilibrio de los instrumentos, ausencia total de estridencias en los pasajes más intensos… La mejor manera de hacer llegar esta música.

Prokofiev – Symphony No.7 (Sao Paulo SO, Marin Alsop) – Un gran disco por dos poderosos motivos: puede que estemos ante el mejor registro ofrecido en la carrera de la directora de orquesta Marin Alsop, y también ante una de las mejores lecturas discográficas de la Séptima de Prokofiev, un hermoso monumento al que se le han negado sus hallazgos por haber sido escrita con un espíritu mucho menos vanguardista a las otras sinfonías del desafiante compositor ruso. Interpretaciones como esta reivindican la belleza de la partitura a otro nivel. Alejada de la visión espectacular de conductores como Valery Gergiev, que tratan la obra como si de una rutilante banda sonora se tratase, Marin Alsop contiene aquí la intensidad de la orquesta sin renunciar a una contundencia expositiva sorprendente. Basta escuchar el tratamiento de los dos grandes temas principales que vertebran el primer movimiento de la sinfonía para descubrir que no estamos ante una versión cualquiera.

Sibelius – “In the Stream of Life” (Bergen PO, Gerald Finley, Edward Gardner) – Poderosa propuesta que recopila canciones con orquesta de Jean Sibelius, además de dos poemas sinfónicos del autor y arreglos de sus canciones hechos por E. Rautavaara, J. Jalas o P. Helasvuo (el trabajo de Rautavaara es especialmente soberbio). La magnífica toma de sonido y la brillante interpretación permite paladear las sonoridades profundas y opulentas de Sibelius conformando un disco redondo, de los que vale la pena escuchar de principio a fin. Es por eso que destacar un solo corte resulta algo improductivo: la selección (y la colocación) de las obras han hecho que casi parezca una suerte de oratorio, con amplios pasajes instrumentales. Escuchado de esa manera casi podría rivalizar con las grandes sinfonías del compositor.

Schumann Quartet – Landscapes Si en algo se caracteriza este buen cuarteto de cuerda en sus aproximaciones al mundo del disco es por su coherencia y riesgo a la hora de programar el repertorio: sus discos no tratan la obra integral de un autor, sino que se trata de propuestas cercanas a las que podrían ser propuestas para una velada de concierto. De ese modo, en este disco conviven algunos de los autores más sugerentes de finales del siglo XX con Joseph Haydn, todo un peso pesado del Clasicismo. El conjunto domina tanto a unos como al otro, ofreciendo un amplio abanico de estilos y pensamientos musicales. Coronan la propuesta obras de Takemitsu, Bartók y Pärt ofreciendo, como avisa el título del disco, hermosos paisajes que se complementan unos a otros.

Strauss – Don Juan, Ein Heldenleben (Münchner Philarmoniker, Valery Gergiev) – Soberbio registro por parte del director ruso que, ayudado por una toma sonora de impresión, convierte estos poemas de Richard Strauss en auténticas epopeyas cinematográficas. La manera de tratar el primer tema musical de Ein Heldenleben y sus profundas variaciones bien merecería ser mostrado en las escuelas. Más que una simple interpretación, podría decirse que se trata de una recreación profunda e intensa de esta música, a la manera de un cuentacuentos capaz de vivir aquello que recita. La Filarmónica de Múnich, también entregada a la partitura, se encuentra contagiada del mismo espíritu apasionado, músicos precisos pero también presos de una suerte de incandescencia que evita convertir cualquier pasaje de los poemas en momentos anodinos. Un Don Juan más que notable y un Ein Heldenleben de referencia.

Antoine Tamestit, Cédric Tiberghien – Bel Canto: The Voice of the Viola Tamestit se ha convertido en un intérprete de viola relevante gracias a su deseo de ampliar el repertorio y las conquistas del instrumento en los últimos años, como muestra aquella transcripción para viola de las suites para cello de Bach que grabara hace unos años. Aquí rescata diversas piezas en arreglos para viola y piano (en algunos casos para la viola en solitario) consagradas a mostrar las posibilidades del instrumento como transmisor de sonoridades hermosas y conmovedoras, a la manera del violín, su hermano pequeño y gran estrella de los instrumentos de cuerda. El resultado sorprende porque no se trata de un disco a mayor gloria del propio Tamestit: la generosidad del músico con su compañero de grabación y su amor al instrumento convierten a la viola, y no al intérprete, en el auténtico protagonista. Ayuda mucho en este sentido una toma de sonido tan sublime como las propias interpretaciones de los dos músicos.

Pawel Lukaszewski – Motetes (Polski Chór Kameralny, Jan Lukaszewski) – Habría que acudir primero a la Primera Sinfonía de Lukaszewski como ejemplo certero de lo que significa su música: una escritura desprovista de artificios que busca encontrar la espiritualidad a través de la sencillez instrumental y de una armonía profundamente accesible. El compositor se ha propuesto seducir al oído antes de buscar soluciones desafiantes y esa filosofía engrandece las conquistas espirituales de sus obras. Estas partituras de corte religioso para conjunto vocal persiguen también ese deseo de trascendencia pero, aún buscando una sencillez aparente, las soluciones que propone Lukaszewski son siempre emocionantes por su capacidad para extraer belleza con los recursos más sencillos. Un disco con la emoción como destino en el que poder perderse sin reserva alguna.

Chopin, Works for piano & orchestra (Jan Lisiecki) – El sello Deutsche Grammophon continúa a la caza y captura de los solistas más jóvenes y prometedores, pensando siempre en las grandes estrellas discográficas del futuro. Aún con varios registros a sus espaldas, es pronto para decir si Jan Lisiecki se convertirá en un pianista de referencia. La única certeza es que este Chopin merece un acercamiento: profundidad de discurso, claridad en la exposición, un pianissimo de una dulzura irresistible y una notable preocupación por trabajar la estructura de las piezas. ¡Qué regalo escuchar a un pianista tan joven que piensa ya la música de esta manera! La toma de sonido proporciona una calidez y un color a la interpretación que ayudan mucho a disfrutar de este repertorio.

Mayuko Yasuda, Romain Descharmes – Estampes – Maravillosa colección de pequeñas piezas para voz y piano que recoge hermosas miniaturas de célebres compositores franceses pero también obras de autores japoneses menos conocidos en Occidente. La belleza de la voz de Mayuko Yasuda y la exquisita sensibilidad de Romain Descharmes al piano convierten el registro en una pequeña joya, en la que tiene mucho que ver la coherencia de estilo de las canciones escogidas. Aún cuando todas parten de un mismo espíritu, cuentan con la suficiente variedad de recursos como para que el disco se convierta en todo un ejercicio de exhibición de las habilidades de ambos músicos: la claridad y belleza de la voz de Yasuda en los pasajes más suaves, el control de la dinámica del piano por parte de Descharmes, o la perfecta conjunción de ambos a la hora de acercarse a las obras. Escuchar Estampes es casi como poder disfrutar de ambos en directo.

Max Richter – Three Worlds: Music from Woolf Works – Cirujano apabullante, conocedor de las posibilidades emocionales de cada nota musical, trabajador incansable y autor prolífico que continúa con más de un registro por año, Max Richter ofrece aquí Orlando y Mrs. Dalloway, dos ballets inspirados en obras de Virginia Woolf que combinan los pasajes concebidos con música electrónica y la música de cámara propia de los trabajos más célebres del autor, a quien le bastan un violín, un cello y el propio piano para hacer su mejor música. El segundo movimiento de Mrs. Dalloway, titulado In the Garden, bien vale para justificar la existencia del disco. El álbum se cierra con The Waves: Tuesday, una pieza de más de veinte minutos que se construye a través de repeticiones sobre las que se añaden nuevas capas en una forma compositiva muy característica de este nuevo minimalismo propuesto por autores como Jóhann Jóhannsson o el propio Richter. Aún sin ofrecer ningún nuevo desafío, se trata de otro trabajo del músico que no conviene perderse.

Carl Philipp Emanuel Bach – The Solo Keyboard Music #33 (Miklòs Spanyi) – El gran clavecinista y organista continúa su monumental empeño por registrar todas las obras para teclado de C.P.E. Bach a través del sello BIS y, en esta trigésimo tercera entrega, ofrece algunos de los momentos más hermosos de la discografía para teclado que ha dado este ejercicio. Basta con escuchar el espléndido Rondo en Mi Mayor, Wq 57/1 que abre el álbum y que pone en evidencia el virtuosismo del clavecinista pero también su profunda dulzura al leer la obra, interpretación que engrandece la pieza de una manera inédita. Spanyi no se ha limitado a la pura arqueología musical: su casi inabarcable epopeya incluye también la misión de extraer de estas pequeñas piezas toda su capacidad para emocionar y divertir al oyente.

Debussy, Ravel, Chausson – Cuarteto Van Kuijk – Habría que empezar a castigar a aquellos conjuntos que siguen emparejando el cuarteto de Ravel y el de Debussy como costumbre discográfica que impide que formen parte de otras propuestas por separado. Aún así las cosas, el registro del cuarteto Van Kuijk ofrece uno de los mejores registros de la obra de Maurice Ravel, tratando la estructura de la obra y sus dinámicas sonoras de una manera ejemplar. El nivel de ambos violinistas es espléndido y las melodías del cuarteto suenan como pocas veces antes. Sin ningún tipo de aspavientos y con un respeto absoluto por las partituras a las que se acercan, este conjunto ha logrado una interpretación de referencia de uno de los cuartetos más llevados al disco de la historia.

Brahms, Sinfonías (Boston SO – Andris Nelsons) – Si hay un director que sobresalga este año y a quien habría que señalar es a Andris Nelsons, capaz de dos registros imperdibles durante el ejercicio. Esta integral de sinfonías de Brahms se coloca a la altura de la grabada por Kurt Sanderling, formando parte ya de los grandes ciclos modernos. La capacidad del director (y de la orquesta) para extraer la profundidad de estas sinfonías sin perder nunca la claridad en la exposición y un manejo virtuoso de las dinámicas es algo apabullante. Casi cada pasaje contiene la honda emoción que despiertan las obras en su conjunto, desde la arquitectura del comienzo de la Primera Sinfonía, el aliento dramático del tercer movimiento de la Tercera, o la capacidad de construir un infinito crescendo en el comienzo de la Cuarta son momentos memorables, pero en absoluto aislados. Se trata de un ciclo que será difícil cansarse de recomendar.

Bruckner – Sinfonía 3. Wagner – Tannhäuser obertura (Gewandhausorchester, Andris Nelsons) – El otro gran éxito de Andris Nelsons a la batuta y, posiblemente, el disco sinfónico del año. Sin renunciar a la indiscutible monumentalidad de la obra de Bruckner, Nelsons ha encontrado también un equilibrio para encontrar la sensibilidad que emana de los pasajes más introspectivos de la sinfonía. La sombra de Celibidache es muy grande en este repertorio; Nelsons se las ingenia para tomar algunas de las conquistas del mítico director de orquesta y, al mismo tiempo, opera con la misma ligereza y aliento aventurero que, por ejemplo, lecturas como las de Eugene Jochum, también referenciales al respecto de Bruckner. La obertura de Tannhäuser tiene la misma fuerza, el mismo sentido dramático y la misma precisión de respuesta por parte del conjunto orquestal con la que ejecutan la sinfonía. Uno de los registros más brillantes y redondos del año.

Mozart, Schumann – Fantasies (Piotr Anderszewski) – Conviene recordar que Piotr Anderszewski, uno de los más brillantes pianistas de su generación, decidió retirarse hace poco de los escenarios durante un tiempo para renovar sus energías y evitar las rutinas de conciertos sin parar que no hacían sino empeorar la calidad de las interpretaciones. Baste este ejemplo para entender la implicación del músico con respecto a su trabajo y a cada proyecto discográfico en el que se embarca. En Schumann, especialmente, la capacidad reflexiva del pianista para mantener la intensidad y la hondura de la pieza no deja de sorprender. Lo mismo ocurre con el Adagio en la Sonata 14 en Do Menor de Mozart, K.457, un prodigio de sencillez en la ejecución y en la forma de pensar en la pieza al completo a la hora de exponerla. Otro registro inolvidable de este intérprete, uno de esos maestros que prefiere no hacer demasiado ruido.

Bartók – Cuartetos de Cuerda (The Heath Quartet) – Apabullante integral de los cuartetos para cuerda de Bartók en la que es difícil destacar una sola cualidad: el profundo conocimiento de cada cuarteto se hace evidente en cada fraseo, la manera de destacar la principal frase melódica del Cuarto, la manera de dosificar las dinámicas del sonido en los pasajes más incandescentes, el soberbio control de los intérpretes sin renunciar por ello a la ejecución inspirada, la energía y la sensación de movimiento orgánico… En fin, más allá del absoluto genio de la escritura, es la interpretación del cuarteto Heath la que propone una experiencia de una intensidad emocional y un placer intelectual capaz de elevar esta integral al nivel de los grandes registros del pasado.

Debussy – Seong-jin Cho – Llamado a ser uno de los grandes pianistas de su generación, dotado de una musicalidad y de una precisión interpretativa fuera de lo normal, Seong-jin Cho se acerca a Debussy a partir de algunas de las piezas menos ambiciosas del compositor francés, como Images, Children’s Corner o la Suite Bergamasque. Lo que parece el repertorio de un estudiante se revela pronto como el ejercicio de exhibición de un joven maestro. Pero el pianista no ha escogido este repertorio para el mero lucimiento, sino para llevar su interpretación a las últimas consecuencias. En este registro hay un deseo por ofrecer una escucha de notable calidad, pero también de manifestar una declaración de intenciones: el piano de Debussy abraza aquí un extraño hermanamiento entre tradición clásica y la manera de tocar en un futuro cercano, desde el respeto a la tradición pero también desde la valiente búsqueda de nuevas fronteras. Un Debussy inesperadamente maduro por parte de un joven del que se esperan grandes cosas.

Bach – Suites para violoncello (Thomas Demenga) – Demenga se acerca a las suites de violoncello de Bach, grabadas hasta la saciedad por un mercado discográfico que parece seguir acogiendo de buen grado las obras más interpretadas del repertorio, pero lo hace tratando de alejarse de las lecturas más icónicas de estas célebres piezas. Con un estilo jovial y desenfadado, el cellista intenta extraer la cualidad espiritual de la música de Bach a través de la ausencia de adornos en el fraseo y la insistencia por unos ritmos capaces de transmitir una cierta energía que disfrace el dramatismo con el que se suelen leer estas suites. Incluso en las sarabandas que protagonizan los pasajes más oscuros de la partitura hay una luminosidad poco frecuente. Un Bach de una sinceridad fuera de lo común.

Debussy – Canciones (Emókeh Baráth, Emese Virág) – Puede que este sea el gran disco de música clásica del año. Primero por la voz de Emókeh Baráth, capaz de convertir cualquier obra en algo que parece escucharse por primera vez, por la belleza con la que entona las notas, por el candor con el que las mantiene, por la emocionante fuerza con la que se lanza a por los registros más agudos, por el sobrecogimiento de sus pianissimos, la claridad con la que recita las palabras o por los hondos sentimientos que transmite con ese emocionado y a la vez contenido fraseo. No hay versión grabada más impresionante del Romance, por intentar señalar algo concreto, que la que aquí se recoge. Incluso con una elección musical limitada como esta colección de piezas de Debussy, la cantante entona con un alma diferente cada canción. Emese Virág como acompañante se muestra tan solvente como la propia cantante, ofreciendo también decisiones de su propia cosecha interpretativa y renunciando a la mera ejecución. Más que un disco, un auténtico regalo.

Bandas sonoras: George Martin – The Film Scores / Patrick Doyle – A United Kingdom – Dos trabajos para el cine que conviene recuperar y revindicar por la belleza de ambas composiciones y por la calidad de lo grabado. Una soberbia recuperación de algunos brillantes trabajos de George Martin en una edición sobresaliente, tan magníficamente interpretada como grabada, auténtica delicia que viene a recordar la calidad del músico como orquestador y como creador de melodías memorables. El conmovedor trabajo de Patrick Doyle, a quien también conviene revindicar, es capaz de exhibir las cualidades sentimentales del relato al que acompaña sin renunciar nunca a la elegancia de la música o a una contención emocional que engrandece tanto la calidad de la banda sonora como su adecuación a la película. ‘Because of Us’, ‘Learning the Language’ o ‘Seretse and Ruth’ son grandes cortes que ejemplifican las mejores cualidades del trabajo.

Otros géneros musicales: Dua Lipa – Fuera del mundo clásico y acercándonos al mundo del pop, en pleno reino de los grandes estudios y de la gran industria discográfica, ha ocurrido un pequeño milagro al que conviene acercarse. Más allá de la capacidad vocal de la cantante, cuya exhibición en directo tiene poco que ver con los productos de este tipo, la producción musical de este primer disco de la artista merece una mención especial. El disco recoge la construcción de hasta diecisiete temas de un nivel sobresaliente, desde la rotundidad de Blow Your Mind (Mwah) hasta la calidez íntima de Homesick, pasando por un amplio registro de estilos y sonoridades: la energía de Be the One, el atrevimiento de Lost in Your Light, la belleza de los acordes de Thinking ‘Bout You, la búsqueda de un diálogo con música del pasado en New Love, o el encuentro con la del futuro en New Rules. Si es cierto que hemos abandonado la era de la complejidad armónica para entrar en la de la complejidad tímbrica, parece fundamental encontrar un producto en pleno ojo del huracán que, con esta sencillez instrumental, siga celebrando la belleza de la melodía como el gran motor de la música popular.