G.I. Joe (Stephen Sommers, 2009)

GIJoe

Película comercial propia del verano que adapta una franquicia hasta ahora inexplorada por el cine, firmada por el solvente equipo que ya realizara la primera entrega de ‘La Momia’, y que acaba siendo tratada tal y como cualquier otro producto de mala calidad argumental y fastuosa profusión de efectos especiales, fórmula que respetan a rajatabla todos los productos de esta índole.

 

‘G.I. Joe’ cumple todos los requisitos para ser considerado un filme  más de superhéroes, si no fuera por su falta de pretensiones y su carácter de mero entretenimiento, ausencia que se agradece sobremanera dada la pedantería que suelen traer encima últimamente los productos de Hollywood.

 

Esa ausencia de pretenciosidad y pedantería ayudan a que la película se convierta en llevadera e incluso fluida. No hay ni un solo lugar para la reflexión o el descanso, y las escenas de acción, las naves y los vehículos fantásticos se suceden uno tras otro sin solución de continuidad tratando de conseguir siempre el más difícil todavía.

 

El lastre que arrastra esta sucesión de piruetas a cual más asombrosa es que finalmente, en su combate final, se ve abocado a tirar la casa por la ventana, y acaba cayendo en el ridículo cuando intenta recrear una guerra submarina repleta de vehículos imposibles y el aspecto de un dibujo animado que se descree a sí mismo.

 

Para quien guste de este tipo de cine, las luchas cuerpo a cuerpo, las persecuciones y las armas de última generación son el verdadero aliciente. Que nadie busque profundidad en esos flashbacks que se suceden tratando de componer una historia convencional, ni tampoco la coherencia ni un retrato de la realidad, ni tan siquiera un trasfondo en unos personajes cuya necesidad dramática es un simple milagro pendiente de un hilo que justifica azarosamente sus acciones en el campo de batalla.

 

‘G.I. Joe’ no es en el fondo sino la fotocopia hiperrealista de un dibujo animado, de unos muñecos con los que jugaba de pequeño un servidor. La recreación de un original animado tan perfecta que vuelve a su origen de irreal y se enclava allá donde comienzan las películas de fantasía. Suerte que huye de un mensaje político, aunque su argumento militar se preste mucho a ello. En la falta de compromiso con su inocuo mensaje y en el fuerte compromiso con el entretenimiento de sus espectadores se basa la única y verdadera fuerza de la película.