El cine de Hong Sang-soo ha sido concebido bajo el lenguaje de la sencillez y la espontaneidad, y su naturaleza ha sido siempre la de una intensa reflexión en torno a la relación romántica. Dos aspectos que lo emparentaron desde el comienzo de su filmografía con el cine de otro gigante, el francés Eric Rohmer y el espíritu poético de sus filmes. Aquella comparación temprana ha ayudado a contextualizar su discurso al tiempo que a proyectar al autor internacionalmente, pero también ha impedido advertir en él una evolución narrativa que abruma al acercarse a ella en lo profundo.
En ese sentido el cine de Hong Sang-soo, que casi se diría que camina desnudo, evidencia cómo el auténtico dominio narrativo no es el que logra manejar grandes escenarios con situaciones grandilocuentes, sino que el milagro es mucho mayor cuando se trata de despojarse de todo lo accesorio y transmitir un relato poderoso a partir de una aparente, engañosa sencillez.
Buscar nuevamente la estela de Rohmer en esta película puede que impida advertir las hermosas conquistas que persigue Sang-soo a partir de un guión que se fragmenta en tres partes, a modo de variaciones sobre un mismo relato. En él, una joven redacta una historia que se transforma continuamente, pero que permanece inalterable en esencia. Reconocer los pequeños gestos que parecen inalterables a pesar de todo, o advertir que todo cambia y aún así algo impulsa al encuentro como si se tratase de algo inmutable, hace pensar en la hermosa naturaleza del material que se está narrando.
1. Anne llega a Corea y no puede evitar que el entorno cambie durante su estancia, como si el lugar la estuviese esperando. O como si en el fondo ya hubiese estado allí. Encuentra una botella rota en la playa y piensa en cómo puede atentar alguien contra un rincón del que ha caído enamorada. Mientras Sang-soo transmite la sensación de estar, de pertenecer a aquel lugar y a aquella historia, un socorrista emerge de las aguas y trata de cortejar a Anne sin éxito. Ella terminará escribiéndole una nota para disculparse por su comportamiento y en ese pedazo de papel quedará guardado todo lo que no pudo ser, todo cuanto se imaginó y nunca tuvo lugar, o simplemente se soñó.
2. Anne llega a Corea y no puede evitar que el entorno la empuje a cambiar, como si el lugar la estuviese esperando. O como si en el fondo ella hubiese estado esperando encontrarse con ese lugar para poder cambiar. Allí se reúne con su amado y trata de que emerja la auténtica Anne, la que es completamente feliz. Sin embargo no puede evitar conocer a un socorrista y pensar qué hubiese sucedido de vivir una situación diferente que ya sólo puede imaginarse, simplemente soñarse.
3. Anne llega a Corea y no puede conseguir que el entorno la cambie durante su estancia, como si el lugar fuese incapaz de aliviar la pena que siente por haber perdido a su marido. O como si en el fondo ella se sintiera incapaz de cambiar esté en el lugar que esté. Se lanza a la bebida y tira la botella vacía a la orilla de la playa. ¿Es la botella vacía que se encuentra la primera Anne…? En el momento en que más perdida se siente, un socorrista emerge de las aguas y trata de conquistarla. “Yo te conozco”, dice el socorrista. “Y yo a ti también”, responde ella.
A lo largo de las tres historias, a través de las tres mujeres que en el fondo son sólo una, Anne no deja de buscar el faro de la región en la que se encuentra, un lugar que desconoce pero del que ha oído maravillas. En el fondo, el faro que busca el personaje es la búsqueda de una guía que acompañe en el tránsito incierto de lo vivido. Pero Hong Sang-soo no está tan preocupado en encontrar respuestas como en plantear la belleza de esas preguntas. Anne toma caminos diferentes en cada historia cuando el sendero se bifurca, pero el autor le ha reservado las mismas recompensas allá donde decida ir.
En otro país parece contarnos que, a pesar de las enormes y diferentes posibilidades con las que nos encontramos, lo importante es atreverse a dar el paso, a continuar avanzando, que la vida nos ha reservado ya las recompensas que encontraremos mucho tiempo atrás, y que estarán aguardando allá donde decidamos ir. Y cuenta algo tan profundo y difícil de relatar a partir de una sencillez que resulta pasmosa, que desarma si uno consigue despojar a la película del falso velo del romance ligero. En tan sólo dos planos, Sang-soo es capaz de contar lo que a otras películas les lleva unas horas. Es el milagro de un cineasta que ha dejado de parecerse a su maestro. Hoy es el alumno el que enseña lo que ha aprendido.