Duplicity (Tony Gilroy, 2009)

Duplicity

Tony Gilroy, que ya transformara el mundo de la televisión y que consolidara una nueva manera de entender el cine comercial en su ópera prima ‘Michael Clayton’, confirma con su segunda película sus formas y maneras de entender el cine.

 

Con Gilroy nace un nuevo concepto de cine comercial, aquel que hace pensar al espectador y que ofrece a éste un reto intelectual de primera magnitud, pero tan accesible como la calidad del entretenimiento que presenta. Los guiones del autor americano son intrincados, complejos, verdaderos engranajes de escritura precisa y certera, pero nunca resultan inaccesibles.

 

Como guionista, el autor de ‘Duplicity’ no tiene competidor posible en el cine actual. El conocimiento tanto del medio televisivo como del cinematográfico le permite reunir las pocas virtudes que atesora el primero para explotarlas bajo el formato del segundo. De este modo puede manejar elementos que le resultan comunes al espectador medio bajo el que funciona un intrincado engranaje de mucha mayor pretensión y enorme calado.

 

Después de la portentosa ‘Michael Clayton’, Gilroy se plantea aquí rizar el rizo en cuanto a su escritura, y el guión se convierte en un auténtico experimento narrativo. Surge así una historia de espionaje poco pretenciosa en su fondo, que explora todas las posibilidades del género y vuelve todas sus convenciones del revés.

 

En la carga de profundidad, brillantez, densidad narrativa y control absoluto de cada elemento reside la perfección de un guión al que no se le escapa ninguna fisura, centrado en repetir un diálogo entre la pareja protagonista una y otra vez que va tomando sentido para el espectador conforme se repite.

 

Como director, el brillante guionista tampoco se queda atrás, pues la película está llevada con ligereza a pesar de su enorme densidad, y la sencillez y estilo a la hora de filmar resultan muy agradecidas para una historia como ésta en la que es sencillo perderse.

 

Todo lo demás presenta un nivel de primera línea: Robert Elswitt, considerado hoy el mejor fotógrafo del mundo del cine, James Newton Howard en la música, Clive Owen perdido en el guión y Julia Roberts haciendo lo que puede, y un plantel secundario de auténtico lujo, encabezado por una genial creación (como de costumbre) del gran Paul Giamatti.

 

En definitiva, entretenimiento de primera magnitud, película que consigue dar una nueva vuelta de tuerca al malogrado género de espionaje, tan anclado en producciones mediocres, llenas de falso glamour, y que aquí vuelve a mirar con aire fresco al público actual gracias a la pluma de uno de los mejores autores del cine contemporáneo.