Confesiones de una compradora compulsiva (P.J. Hogan, 2009)

Shopalcoholic

Lamentable producto comercial de calidad inexistente, diseñado con el único objetivo de arañar lo posible en taquilla a costa de los espectadores desorientados que acudan engañados a encontrarse con ella, o bien a coste de los fieles seguidores del libro homónimo y sus continuaciones.

Precisamente he ahí un elemento enormemente irritante e indignante: el hecho de que la película no atente contra la inteligencia de su espectador y contra la de todo aquel que participa en el filme (los actores más insípidos y sin gracia del universo), sino que además denigra una franquicia novelesca arrancando sólo su idea básica (que contenía un gran potencial) y arrojándolo a los tópicos y lugares comunes del cine comercial, ese cine apático, totalmente carente de ideas, lineal y previsible.

El mal gusto, o si se prefiere, la cursilería, que empaña toda la estética del filme, termina por empaquetar el producto y conformar finalmente una película infumable.

No podía esperarse en realidad otra cosa de un subproducto con la terrorífica impronta de Jerry Bruckheimer, una de esas ‘películas menores’ que la productora entrega a las distribuidoras con un diseño sofisticado y deslumbrante pero carente de sustancia, creado con el único objetivo de engordar los ingresos a toda costa.

No se trata de que produzcan ‘lo que la gente quiere ver’, sino de lo que ellos han vendido a la gente, en lo que nos han educado, a lo que nos han acostumbrado, y que ahora se escudan en que se trata de fabricar justo lo que el consumidor pide. Una cadena que termina en el rostro defraudado del espectador, desengañado ya del cine como un acontecimiento mínimamente estimulante.