Caos Calmo (Antonello Grimaldi, 2008)

CaosCalmo

Una mujer fallece. Pietro pierde a su esposa. Claudia, a su madre.

Tras este acontecimiento, la vida de ambos queda suspendida. Claudia trata de seguir el ritmo diario de las cosas, pero Pietro se refugia en tratar de protegerla y establece su microuniverso en el parque frente al colegio de la niña. La calma.

La vida suspendida de Pietro lucha y se revuelve por volver a ser retomada. El caos. Pero él se niega a volver a ella, en ese estado de las cosas en que nada parece tener sentido ya.

Este es el planteamiento de ‘Caos Calmo’, un filme con muchas semejanzas a ‘La Habitación del Hijo’ de Nanni Moretti, quien presta aquí su rostro para encarnar al Pietro de la historia, y de la que bebe tanto su temática como su tratamiento narrativo.

Pietro salva a una mujer en el mar. Su hermano le pregunta si era guapa, pero él ni siquiera se había fijado en ello. Salvar sin mirar a quién se salva. Una acción cargada de sentido con la que después el personaje deseará encontrarse de vuelta tratando de recomponerse a sí mismo. La reconstrucción viene concretada en un afán del protagonista por elaborar listados de circunstancias banales que devuelvan algo de sentido a la vida cotidiana.

En ese universo que ha creado alrededor suyo en el parque, un sinfín de elementos interactúan con él y tratan de darle pistas que transformen su situación, como la chica que pasea a su perro y que ve todos los días cómo alguien abraza a Pietro. La (mala) interpretación de la chica ante lo que está viendo termina por hacerla desear también un poco de ese afecto gratuito. Y es precisamente de esa red social, donde todos anhelan afecto y ponen en juego sus emociones, de la que intenta escapar sin fortuna el personaje principal de esta historia.

Paolo Buonvino pone música al estilo del mejor Nicola Piovani y desarrolla un solo motivo que se va transformando conforme el ánimo del protagonista va remontando poco a poco su vuelo. Deliciosa y contenida partitura que se ve aderezada por unas discutibles piezas de música pop repartidas a lo largo de (prescindibles) escenas de transición. Sólo escapa la acertada decisión de Radiohead en una secuencia de crisis sin palabras, llena de intensidad dramática y que termina en el más puro silencio.

Sin embargo Antonello Grimaldi, realizador tras la cámara, no es Nanni Moretti, y por esa importante diferencia autoral la película no queda tan redonda como el modelo al que sigue. Grimaldi no acierta a concretar el tono de su película, haciéndola deambular de manera confusa por los terrenos de la comedia, el melodrama y la tragedia más absoluta en cuestión de segundos, incluyendo su polémica, mal afamada y también inadecuada escena de sexo de por medio.

Este es el principal problema del filme, ese cambio de climas emocionales (también estacionales) tan poco acertados que sustraen su personalidad y la abandonan a una autoría sin nombre ni profundidad. La historia quiere ser trazada a través de tantos detalles, personajes y situaciones diferentes que muchos de ellos terminan en el aire sin ser resueltos con eficacia.

Problema que deriva finalmente en no saber si se asiste realmente a una profunda tragedia como anunciaba su planteamiento o si se trata de una dulce comedia como se adivina en su desarrollo. Lo que sí es seguro es que uno puede quedarse, sin lugar a dudas, con los adjetivos de ambas propuestas.