Bolt (Chris Williams, Byron Howard, 2008)

Bolt

Insertada con modesto éxito en la campaña navideña, Bolt supone una nueva incursión en el campo del largo animado por parte de Disney, con la novedad de ser un producto más pensado para la venta en formato doméstico que a su distribución en cines o a generar merchandising.

Bolt es un agradable producto infantil que se paladea con aroma tranquilizador. El argumento es el ya clásico viaje iniciático de un personaje que ve cómo su mundo se derrumba y debe emprender una aventura en la que logra reconstruirlo bajo una nueva perspectiva. Todo ello a través de un entorno digital de una estética preciosista y perfecta, al estilo que nos tenía malacostumbrados la factoría Pixar con sus largometrajes.

En cuanto a sus referentes, a ese modelo ya rutinario que adopta Disney y que hasta ahora funciona con holgura, la película bebe mucho más de Cars que de cualquier otro de sus antecedentes, y comparte muchos más elementos en su temática y su desarrollo que el resto de filmes de la productora.

El viaje del perro que cree ser un superhéroe y que descubre que todo es un montaje televisivo comienza con ciertas ínfulas de los materiales de partida del Show de Truman, pero pronto abandona toda posible carga filosófica y traza una road movie convencional que acerca al filme a las clásicas películas de aventuras.

Sus personajes, muy bien definidos, ayudan en parte a conseguir que el festín sea absoluto, y la evolución en cada uno de ellos aporta al argumento la sensación de amplitud y globalidad soberbias.

La lástima del producto es esa falta de interés por transgredir el género que toca, esa genialidad artística y argumental de los creadores de este tipo de filmes, que suelen aportar una profundidad y carga dramática maravillosas a sus obras. Aquí sin embargo siempre está presente en la superficie de la película una cierta apatía, una sensación descafeinada que acompaña durante todo el metraje y que no abandona jamás.

En definitiva, Bolt es una obra menor, un producto que cumple técnica y argumentalmente sus funciones de entretenimiento, pero que jamás se plantea llegar más allá que en cuadrar con mano artesana los hilos argumentales y en ofrecer al público durante hora y media aquello que promete en su comienzo: una película agradable de la que se conoce su final mucho antes de haber empezado.