Convendría preguntarse por qué una película que habla sobre sentimientos profundos entre un triángulo amoroso exhibe sus recursos formales por encima de cualquier consideración sobre sus personajes. Almost in Love aterriza en el epicentro de una fiesta entre amigos y continúa con la celebración de una boda, tras un salto temporal, para acercarse a los (des)encuentros entre un grupo de amigos y la manera en que viven sus respectivas relaciones sentimentales.
Dos secuencias, dos únicos planos de cuarenta minutos. Dos planos-secuencia entendidos como reclamo y nunca como necesidad narrativa, vistos los problemas que genera esa decisión formal en una puesta en escena que se desarticula a sí misma demasiado pronto: ¿Para qué un plano-secuencia en una escena coral, si la intención empuja al zoom constante hacia los actores deseados, eliminar pistas de sonido, pasar por alto las miradas que se dedican muchos personajes entre sí, o terminar filmando las nucas en lugar de los rostros?
Quizás porque el sabor a proeza técnica invita a pasar por alto la débil construcción de su material literario, que impulsa en una de las secuencias a resoluciones tan fáciles como ingenuas al tiempo que, durante la segunda escena, extiende las situaciones de manera sospechosa para lograr que el metraje de ambas secuencias coincidan.
Pero tal vez el mayor obstáculo con que se encuentra la película sea la imposibilidad de filmar primeros planos que pudieran resultar sumamente reveladores, inevitablemente enriquecedores de un argumento endeble. Pero de nuevo, la inadecuada elección del plano-secuencia elimina toda posibilidad de montaje y, sin él, los primeros planos se desdibujan al mismo tiempo que sus protagonistas. La situación resulta más pronunciada si cabe durante la segunda secuencia, en tanto que ya conocemos a los personajes. Hemos presenciado un instante anterior de sus vidas (la cena entre amigos es una verdadera catarsis) y ahora cada mirada entre ellos resultaría fulminante, porque conocemos sus motivaciones y sus experiencias pasadas.
Pero lo que parece importar es exhibir el recurso técnico y supeditar todo cuanto ocurre a una falsa sensación de contrarreloj. En otras palabras, Almost in Love no es un relato de amor a tres bandas, sino una historia compuesta por dos planos secuencia. Y en ese sentido podría cuestionarse la honestidad de una película que parece más comprometida con su manera de filmar que con los personajes a los que filma. Lo que consigue Sam Neave podría tildarse de irresponsable en tanto que no engrandece la experiencia cinematográfica, sino que funciona en sí mismo como un señuelo. Lejos de potenciar la naturaleza del relato, Almost in Love quiere traducir los conflictos del amor a través de una sucesión de cabezas parlantes. El resultado está lejos del cine y peligrosamente cerca del teatro filmado.