Si hace apenas unas semanas la cartelera española acogía a Noche y Día como el estreno estrella, recuperando aquella mezcla de géneros entre la acción y el romance que tantos buenos resultados ha dado siempre en taquilla y que ha cosechado tan pobres resultados cinematográficos, ahora Killers continúa una moda que tiene mucho de estrategia de marketing y muy poco de inquietud artística.
La comedia romántica de acción resulta muy agradable cuando es llevada por manos expertas, realizada por expertos cineastas que no dejan nunca su impronta personal en la dirección pero que saben, como buenos artesanos, elaborar el mejor producto de entretenimiento posible.
Pero ese modelo no da más de sí. No es capaz de superar su etiqueta de entretenimiento mediocre, y detrás de algunos pequeños aciertos por parte de Hollywood en torno a la utopía de crear un filme que aglutine a todos los tipos de espectadores posibles, Killers se desvela como una pobre caricatura de sus referentes.
Después de una premisa que anuncia momentos divertidos entre una chica muy peculiar y un agente secreto, el argumento se desinfla hasta la saciedad y termina navegando en la vacuidad más absoluta, por no hablar de ciertos giros de guión de una ridiculez e ingenuidad sorprendentes.
Ashton Kutcher reivindica su capacidad para asumir roles principales con intensidad y con el mismo acierto de sus últimos proyectos en los que, a pesar de no tener papeles protagonistas de gran importancia, sí los ha resuelto con sorprendente brío.
Katherine Heigl, sin embargo, muestra su incapacidad para mantenerse como protagonista durante más de media hora de metraje. Su presencia deja de cobrar fuerza frente a cualquier otro secundario que la acompañe en la pantalla una vez superadas las escenas que presentan a su personaje.
Es interesante señalar la presencia de Russell Carpenter como fotógrafo, un operador muy importante en el Hollywood de la pasada década, que ganara un oscar con el Titanic de James Cameron, hoy relegado a este cine comercial intrascendente.
A pesar del plantel actoral y de contar con técnicos de primera línea, la arbitrariedad de un guión mediocre hunde el proyecto al completo, especialmente en una segunda mitad que no sabe resolver con éxito ninguna de las premisas planteadas, y envía la cinta al infierno de las películas sin identidad, y lo que es peor, sin interés alguno.