Tiro en la Cabeza (Jaime Rosales, 2008)

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Como película, en su concepto argumental, ‘Tiro en la Cabeza’ es tan desconcertante que produce un rechazo instantáneo en el espectador convencional. La propuesta de mostrar la vida cotidiana de una persona que luego cometerá un acto terrorista  es valiente y arriesgada, pero en su empeño de construir un modo de narrar totalmente diferente a lo conocido, pierde de vista al espectador y se cierra en un hermetismo que, en una lucha por ser coherente a esa propuesta, ya no abandonará en todo el metraje.

 

Como ejercicio formal, ‘Tiro en la Cabeza’ es un fabuloso experimento, estimulante y valiente, sin miedo a errar ni a dejar entrever sus defectos con la intención de facilitar la gestación de esa forma narrativa despojada de cualquier convencionalismo.

 

El interés, por tanto, alcanza sólo a los límites del ejercicio cinematográfico y permanece como un mero apunte. La cruzada fílmica de Jaime Rosales a través de su obra es también estimulante, en tanto que advierte la necesidad de encontrar nuevas formas, y reivindica también la voluntad y valentía de llevarlas a cabo, a cualquier precio, aunque su búsqueda se salde con más errores que aciertos.

 

La película queda convertida así en un ejercicio que merece ser aplaudido y analizado, un filme que propone una visión interesante, pero se queda a medio gas por un contenido insulso que no alcanza interés real hasta la tercera parte del metraje.

 

La cámara permanece siempre tan lejos de los personajes que nunca escuchamos sus conversaciones. Somos observadores, pero sólo somos capaces de reconstruir sus diálogos a través de nuestra imaginación. No sería más interesante retratar la historia (ficticia) de un personaje que lucha contra situaciones fuera de lo común, con más empuje, más agarre, acontecimientos de otra índole que no sean los de la cotidianidad, y de ese modo que el espectador reconstruyera realmente una ficción de la que se siente observador pero que sólo le llega información parcial?

 

La forma resulta finalmente brillante, pero el contenido es tan vacío e insulso que sólo cabe lamentarse por no haber considerado otro tipo de desarrollo argumental. La idea de partida, digna de todo elogio, queda convertida en eso, en una simple idea, y una idea no es suficiente para sostener una narración que se extienda una hora y media de duración.

 

En definitiva ‘Tiro en la Cabeza’ resulta una apuesta valiente y decidida por un tipo de cine no convencional, por un lenguaje cinematográfico diferente que cuente la historia de un atentado desde otro prisma. Esa valentía merece, al menos, ser aplaudida.