Si antes resultaba muy común ver cómo titulares de periódico terminaban siendo la premisa para auténticos guiones de Hollywood, el recurso de la nueva generación para obtener argumentos fáciles y con la falsa ilusión de profundidad se encuentra en los blogs de internet, contando los avatares personales de individuos anónimos que de repente han sido convertidos en carne de cañón para nuevas producciones americanas.
Estas aventuras anecdóticas, que pretenden reflejar al hombre (y a la mujer) de hoy, soportan un peso argumental equivalente al de aquellos antiguos y llamativos recortes de periódico: en cuanto la idea inicial ha sido presentada, la fuera de la historia se va diluyendo poco a poco durante el metraje hasta terminar desaparecida por completo. Así nació hace apenas unos meses la terrible Julie y Julia, de Nora Ephron.
Y así ha nacido Sólo ellos, un film del Scott Hicks que rodara, hace ya catorce años, una interesante y deslumbrante Shine, y aquí sin embargo aferrado con fuerza a la oleada con que golpean las modas del momento y sin identidad autoral alguna.
La reconstrucción de un hogar y del nuevo seno familiar en un hombre (Clive Owen, siempre lleno de fuerza en la pantalla pero incapaz de dotar a su personaje de una verdadera personalidad) que acaba de perder a su mujer termina por crear en él y en sus dos hijos (de madres diferentes) un cierto proyecto de estabilidad improvisada en la que no faltan nunca las dotes de humor y las locuras despreocupadas.
Con cierto aire dogmático y con la impresión de querer cuestionar los modos de educación de los hijos en la sociedad moderna, Sólo ellos únicamente consigue naufragar en las mismas aguas en las que propone sumergirnos, porque en todo momento lo que quiere contar es mucho más interesante que lo que cuenta finalmente.
De no ser por algunos momentos aislados, especialmente en la primera parte del metraje, que sí contienen la fuerza suficiente para conceder algo de interés a la cinta, o por la presencia de su actor principal, bien hubiera pasado por una película de sobremesa en torno a la difícil educación de los hijos de un padre soltero.
Resulta difícil valorar la sencillez de la historia cuando la película termina por navegar a la deriva, carente de inspiración y de identidad propia. Queda el sabor de haber contemplado una obra agradable y sencilla pero también la amargura de ver cómo muchos de sus logros se terminan yendo por la borda.