Montxo Armendariz coordina esta enriquecedora y peculiar colección de cortometrajes rodados en un solo día y bajo la imposición del plano secuencia como instrumento narrativo. Las obras, de unos pocos minutos de duración, funcionan como incomparable marco expresivo con el que poder observar la habilidad de una pléyade de autores del panorama español que, a pesar de haber participado en proyectos pequeños, son ya grandes narradores.
El plano secuencia al que el proyecto somete cada uno de los cortometrajes parece haber condicionado la naturaleza de los relatos, como si la herramienta estética fuese la que generase los contenidos argumentales y resultara imposible librarse de las dificultades que entraña uno de los más complejos retos de planificación a los que puede enfrentarse un realizador.
Como en todo proyecto coral constituido por múltiples firmas, los resultados son irregulares en tanto que cada autor se ha atrevido a insuflar su propia personalidad en el proyecto, llevándolos a las últimas consecuencias. De modo que su principal virtud es la libertad creativa que se respira en el conjunto, aún cuando las limitaciones técnicas y la imposición de una cierta duración han desembocado en que muchos autores se decidan por poner en escena el clásico argumento-trampa tan propio del presente, o consagrar el trabajo a representar un simple chiste.
La materialización de este conjunto de soluciones fáciles podría encontrarse en la pieza Aquel fin de semana (Ferrán Brooks). Entre el humor, que se cuela entre las grietas de muchos relatos, y lo grotesco, que no teme asomarse también en las obras más caricaturescas, se encuentran unos cortometrajes a los que les cuesta huir del gag y buscar historias de espíritu menos perecedero que la propia naturaleza del proyecto, que pareciera invitar a huir de relatos con aliento más profundo. Aunque también haya oportunidad de concebir un cortometraje con sentido del humor (que no es lo mismo que el chiste filmado) como en Ciencia/No/Ficción, de Raúl Navarro.
Es la tónica general de un proyecto que muchos autores han querido entender como divertimento, pero también hay tiempo para apreciar propuestas salvajemente personales capaces de transmitir su pasión por encontrar fronteras aún poco exploradas de las profundidades del paisaje cine. La solidez narrativa y el ejercicio de tensión propuesto en Tu color favorito (Manuel Bartual), cortometraje que da inicio a la película, es uno de los grandes momentos (y de los grandes hallazgos) del proyecto, además de entroncar con toda una tradición de la representación del thriller en donde las coordenadas del plano secuencia se vuelven aquí virtudes y no simples limitaciones.
Hay espacio también para lo puramente experimental (como en el hipnótico Ludic, de Carlos Rivero y Alfonso Valbuena, envuelto en una abstracción apasionada) o el experimento que busca con pasión una profunda actitud reflexiva sobre el propio medio, como en Hoy me van a matar (Haizea G. Viana). Y es en esas obras, arriesgadas e imperfectas, pero también vivas y llenas de fuerza, hechas con valentía y bajo la posibilidad de equivocarse, pero que hablan de la identidad de sus hacedores, donde se encuentran los momentos más sugerentes de este proyecto colectivo, auténtico símbolo y al tiempo escaparate de las personales voces que pueblan los nuevos e irreductibles cines nacionales.