No es la primera vez que el cine español acomete una historia coral para desarrollar su argumento. De hecho es cada vez más común entre aquellos realizadores con muchas cosas que contar y pocos recursos propios para conseguir hacerlo de una manera eficaz.
Se ha convertido, pues, en el recurso fácil para aquellos guiones perezosos que desean abordar temáticas muy diferentes y no encuentren una solución mejor que saturar la historia con personajes diversos y situaciones que se entrelazan.
Lo que no es tan común es que una producción española se acerque al modelo que planteó González-Iñárritu en la trilogía que rodó bajo los guiones de Guillermo Arriaga, especialmente en Amores Perros, su devastadora ópera prima, al igual que ésta lo es de Juana Macías, y con la que comparte también su epicentro argumental: un accidente de coche.
Accidente que permitirá hablar de la vida y situaciones de diferentes personajes, siempre mujeres, en un momento en el que deben tomar decisiones importantes.
Ahí terminan las similitudes con la obra de González-Iñárritu. Juana Macías rueda su película centrándose en los tiempos muertos, buscando los ángulos de cámara menos explorados, hábil en la manera de retratar momentos cotidianos, y enamorada de los silencios.
La consecuencia del estilo de rodar y de la escritura de la autora implica que sus historias queden siempre abiertas, irresueltas, capaces siempre de encontrar un punto de fuga en el que escapar y huir del momento en que se cierre el relato.
La contundencia y el drama de sus premisas iniciales quedan descompensados más tarde por la falta de decisión a la hora de cerrar los argumentos. Posiblemente sea el mayor fracaso de la cinta, pues obliga a que también la película se centre, visualmente, en los tiempos muertos que Macías rueda y monta con brillantez.
Excelente reparto y cuidada dirección de actores para una ópera prima sugerente. Su valentía para acercarse a uno de los grandes modelos argumentales contemporáneos y hacerlo con eficacia, entrega y un toque de personalidad propia, ayudan a olvidar las posibles lagunas de sus historias o las aristas propias de una directora primeriza.
La mejor noticia es que a partir de ahora seguir a Juana Macías como autora será una aventura apasionante, una promesa de futuro en la que los silencios serán capaces de hablar, más que nunca.