El poder de las imágenes, del cuento sin palabras, es importante en el arte cinematográfico. Más aún en el cine de Gus Van Sant, donde la ausencia de forma que no de fondo, la ausencia narrativa que no ausencia del relato, se vuelven extremas y de un valor conceptual de primera magnitud.
Tras su célebre trilogía sobre la muerte (Gerry, Elephant, Last Days), valiente obra que devuelve al autor a la estela que trazaba al comienzo de su carrera y que ha vuelto a encontrar transformando y cuestionando la narrativa tradicional así como las estructuras clásicas, Van Sant presenta Paranoid Park, un trabajo nuevamente centrado en una observación profunda y directa a la adolescencia y a la introspección del ser humano en su contexto social pero sobre todo educacional.
El ejercicio temporal que plantea Van Sant es tan complejo como brillante, y el orden cronológico, presentado en primera instancia de una aparente forma caótica y torrencial, se va revelando secuencia a secuencia hasta componer un puzzle coherente.
Este ejercicio no sólo desordena y retuerce los hechos hasta impedirnos distinguir su cronología exacta, sino que ese estudiado desorden de los acontecimientos pone sorprendentemente de relieve la importancia de cada escena por separado. Sacadas de su contexto temporal, éstas adquieren una dimensión que convierte su independencia en un elemento fundamental para comprender que cada una de las acciones que vive el personaje son acontecimientos que golpean la vida de un adolescente y que vertebran por sí mismas una maravillosa y sugerente historia.
Adolescencia que es tratada con una inusitada ternura, sin contemplaciones ni filtros que censuren la dura y confusa realidad a la que se enfrentan los jóvenes, pero mostrada con indudable afecto, con gran sensibilidad, gran empatía, y un evidente conocimiento de ese mundo, de su contexto, de sus problemas y también de sus posibilidades cinematográficas.
Con un poder de sugestión asombroso, apoyado nuevamente por el mundo adolescente que tanto interesa retratar al director americano, Paranoid Park está llamada a ser la obra más infravalorada de la nueva época de su autor, pues supone una revisión asombrosa de su poder narrativo y un estudio magistral sobre la disolución de la estructura y las herramientas formales para buscar una manera diferente de contar el material del relato, y sin embargo es recibida con frialdad por su similitud estética con sus predecesoras. Estética, que nunca argumental o formal.
Espectacular e hipnótica nueva obra de uno de los autores contemporáneos más importantes. Los pasos de Van Sant son pequeños, muy personales, casi intimistas, pero cada nueva película suya hace avanzar el lenguaje del cine a pasos de gigante, y su cuento sin palabras esta vez vuelve a resquebrajar los cimientos de la estructura tradicional para alumbrarnos el camino hacia el cine del nuevo siglo.