My Blueberry Nights (Wong Kar-Wai, 2007)

Blueberry

 

        El paso de Wong Kar-Wai al star system norteamericano parece haber provocado no pocas decepciones. No se debe olvidar sin embargo que, a pesar de contar ahora con mayor capital y un presupuesto más holgado para sus historias, Kar-Wai sigue tan fiel a sus temáticas como antaño y su problema para construir una historia original tiene más que ver con la obsesión de sus temas recurrentes que con una falta de inspiración creativa.

        Es muy reveladora una de las primeras secuencias, en las que Umebayashi, compositor fetiche del director asiático, acompaña la escena con el tema más reconocible de la filmografía de Kar-Wai recubierto de una nueva instrumentación de cierto sabor ‘americano’. Es ésta toda una declaración de principios: el escenario ha cambiado, la mirada ahora es la de un turista que redescubre los Estados Unidos maravillado por su tamaño y sus formas, pero no han cambiado las formas, ni mucho menos los temas a tratar.

        Con un Darius Khondji en estado de gracia, Kar-Wai realiza su mejor película a nivel estético, obteniendo una profusión de colores en las que éstos se mezclan y contrastan entre sí con una fuerza asombrosa, y a pesar de su evidente exageración de la realidad y las luces de neón, el operador firma una de sus mejores labores como fotógrafo, que no es decir poco.

        Llegamos así a la constatación de dos hechos fundamentales: Kar-Wai ha alcanzado su perfección estética, pero también ha llegado a una saturación de sus temas y de la forma de desarrollar su material. Conocemos cada personaje antes incluso de que llegue a hablar, conocemos el final de cada historia que integra el relato, ya lo hemos visto en muchas otras de sus películas y sabemos cómo acabará cada una de ellas antes de que empiecen. El director no se propone pues, innovar en ningún momento ni reciclarse a sí mismo, simplemente ofrecer otra de sus fábulas románticas, y para ello vuelve a ofrecer su sofisticada e imaginativa puesta en escena, ayudada por esa gran labor en lo estético que le confiere a la película un status superior.

        El relato plantea la historia de búsqueda de identidad de una Norah Jones perdida tras un desengaño amoroso. A partir de ahí, un viaje por América y el encuentro con diferentes personajes ayudarán a la chica a definirse a sí misma, dando la oportunidad al filme de crear un microuniverso particular en el que las distancias quedan relativizadas, como si se tratara más bien de una América soñada, dibujada con trazo grueso y rotuladores de colores, iluminada por las luces de neón de los bares nocturnos y acompañada por las historias trágicas que pueblan esa noche.

        Lástima que en cada uno de esos envites, Norah Jones salga abofeteada por cada actor con el que se cruza. Una hermosa Rachel Welsz en un papel breve pero muy intenso engrandecido por una interpretación prodigiosa, un David Strathairn masacrado por el peinado que le obligan a llevar tanto como por la tragedia obsesiva de su personaje, una Natalie Portman que crece en su poder de creación de personajes pero que no parece haber sabido recrear del todo a esa ludópata desdibujada del guión por un mal desarrollo de su carácter, y un Jude Law familiar y descreído, desengañado pero optimista en la superficie, tal como todos los personajes fuertes que crea el autor asiático.

        Finalmente tenemos un filme de un gran poder de disfrute, en gran medida por la parte estética pues se trata en el fondo de un relato convencional, aderezado con diálogos inspirados en ciertos momentos y algunas secuencias de altura, por encima del resto de la cinta. No puede hablarse en ningún caso de la saturación definitiva del autor: la película corre el camino (si es que llega a estrenarse en España) de convertirse en otra pieza de culto por parte de cierto público, virtud ahora aún más mitómana si se toma en cuenta el peso de las estrellas actorales que aparecen.

        Primera incursión de Wong Kar-Wai en una película puramente americana, hecho que acerca su manera de hacer cine más aún a occidente y lo termina haciendo más accesible, más familiar, para seguir relatando en el fondo sus pasiones románticas y su búsqueda de paz personal a través del desarrollo de desengaños amorosos que terminan sanando. Esperemos que en su próxima aventura escoja a otra protagonista…