Tiempo de manejar otro medio expresivo, de plantear nuevos caminos para el arte de la representación visual y de hacer balance de lo editado durante el pasado ejercicio en el mundo del cómic. Sirvan estas líneas como apuntes, como mera introducción a explorar lo que dio de sí el año editorial.
14. Paciencia (Daniel Clowes)
El autor de Ghost World (1997) diseña la travesía temporal de un protagonista que pierde a su prometida en un hallanamiento de morada y trata de impedirlo a través del viaje en el tiempo. La superficie del relato queda disfrazada de forma sugerente por la ciencia-ficción mientras que, en el interior, Clowes aprovecha para desplegar los temas que le preocupan: los límites entre amor y obsesión, la vida en la pequeña ciudad, los avatares del azar y los problemas de comunicación. Como en todo relato de viajes temporales, la estructura es uno de los grandes valores del cómic, diseñado como un todo y ofreciendo algunos de los momentos más brillantes en la carrera del autor.
13. Los Kurdles (Robert Goodin)
¿A dónde van los objetos en los que las personas pusieron alguna vez sus afectos? Robert Goodin crea un espacio de fantasía, a través de precisas tintas y acuarelas, en el que una peluche abandonada encuentra a unos seres del bosque y se lanza a ayudarlos y a convivir con ellos. La metáfora termina por explorar las dificultades de la integración, los espacios de soledad y las dificultades de la relación entre colectivos, todo ello desde el humor y sin perder nunca de vista una cierta vocación de cuento infantil que choca con la crueldad de ciertos momentos. Una obra que parece pequeña pero que esconde mucho dentro de sí.
12. Pantera negra (Ta-Nehisi Coates, Brian Stelfreeze)
El autor del libro Between the World and Me, finalista del Pulitzer en 2016 y en el que un padre intenta explicarle a su hijo las implicaciones de ser una familia de color en los Estados Unidos del presente, ha cumplido su sueño de juventud en el que poder escribir la historia para un cómic. No había un personaje más adecuado para él que el de Pantera negra, ese rey de un país africano imaginario, Wakanda, con el que verter todo ese discurso sobre la raza y sus implicaciones en el relato del héroe. El primer arco argumental comienza con un tono épico para abrirse paso lentamente en un denso entramado político. Un nuevo impulso para un personaje que siempre pareció tener un papel residual en el universo Marvel.
11. Wonder Woman. Tierra uno (Grant Morrison, Yanick Paquette)
Un nuevo intento por redefinir el origen de Wonder Woman, muy sugerente desde el plano escrito y espectacular desde la concepción visual de la serie. Grant Morrison ha tratado de insertar el debate feminista en pleno corazón de la gran heroína de la editorial DC. El resultado es un cómic que pone en duda las convenciones históricas sobre el personaje mientras abre nuevas vías que, aún estando arraigadas en la mitología, no renuncian a construir un nuevo modelo de mujer para el cómic de superhéroes contemporáneo.
10. Helios (Etienne Chaize)
«A la caída de un día lejano, el sol se congeló en el firmamento. (…) El rey se puso en pie, y todos lo siguieron, con la esperanza de ver un nuevo amanecer.» Así comienza el prólogo de Helios, el único texto que proporciona Etienne Chaize para situar las imágenes que continúan el relato. Porque el resto de la obra sólo contiene una serie de imágenes a doble página que narran ese viaje en busca de un nuevo sol, sin diálogo alguno y con un nivel de detalle y colorido que funcionan como reclamo por sí mismos. La distancia de la composición, que permite recrear al pueblo completo como si se tratara del camino de una civilización perdida, de una sobrecogedora vista de pájaro que equipara a los hombres con hormigas, impulsa a pensar en lo mitológico y lo humano, y en las fronteras entre leyenda y representación histórica.
9. El hombre montaña (Anne Charlotte Gauthier, Amélie Fléchais)
Un relato sobre la pérdida del ser querido y la aceptación de la ausencia a través del cuento, con un dibujo preciosista y una narración en tono infantil que potencia la sencillez y limpieza de sus metáforas. El cuento escenifica los elementos de la pérdida a través de animales o figuras de la naturaleza e interpreta el proceso de duelo como un camino a recorrer, como si ese trabajo interior se tratase de una aventura a través del mundo exterior.
8. Chiisakobee (Minetarô Mochizuki)
El manga que adapta la novela de Shûgorô Yamamoto no está ambientado en el período Edo, tal y como lo hacía la original: para su autor, el relato no es más que un contexto con el que poder desarrollar la expresión visual de los personajes que lo habitan. Leer (ver) Chiisakobee es asistir a todo un repertorio de posturas, de gestos, de encuadres imposibles, de composiciones inesperadas, todo ello dibujado por una pluma muy cercana a la de Frank Cho, con ese gusto por las formas redondeadas, la silueta sugerente y el detalle en el rostro. Una masterclass sobre las posibilidades del cómic como medio expresivo.
7. Sunny (Taiyô Mastumoto)
A través de una muy particular casa de acogida, Taiyô Mastumoto ofrece un entrañable y disperso relato sobre las necesidades de afecto del ser humano. Las herramientas son su acostumbrado trazo, libre de ataduras formales, y las historias de los niños que pueblan la casa, diminutas en su anonimato pero magnificadas desde los puntos de vista de cada personaje. La sensación de naturalidad es asombrosa, con ese estilo peculiar del autor para generar una apariencia de improvisación en el dibujo (y en el propio relato) que conduce a pensar que sus viñetas están vivas.
6. Buenas noches, Punpun (Inio Asano)
Inio Asano era el autor de varias historias cortas que había ofrecido ya su habilidad para renovar los estilemas del manga para contar los problemas de su generación desde un punto de vista juvenil y original, pero lo que ha hecho con Punpun está más cercano a la epopeya: la visión de la vida de un chico desde su niñez hasta llegar a la edad adulta, transformando el propio manga por el camino, construyendo una trayectoria vital tan detallada como asombrosa. Si bien la narración es irregular, pues Asano se permite la experimentación casi a cada capítulo que pasa, los momentos de brillantez de Buenas noches, Punpun pueden llegar a ser realmente sobrecogedores.
5. Beverly (Nick Drnaso)
De estética sencilla y de contenido inquietante… Sofisticado en su forma, complejísimo en su fondo, Beverly viene a confeccionar el retrato de una familia americana para hablar de toda la clase media de la América profunda. A través de un planteamiento formal muy particular y trabajado, en el que cada página propone soluciones formales interesantes, Nick Drnaso conforma una historia que salta atrás y adelante para mostrar acción y reacción, para mostrar la forma en la que se moldea el pensamiento humano y para criticar, con una dureza inédita en el cómic contemporáneo, la manera en la que la sociedad moderna anula al individuo hasta producir su absoluta incapacidad de comunicarse.
4. Kei. Crónica de una juventud (Kazuo Koike, Goseki Kojima)
Las historias en el Japón feudal siempre fueron la especialidad de este dúo de maestros del manga, y posiblemente Kei sea una de sus obras más profundas. Una historia que sigue la estructura del célebre El lobo solitario y su cachorro, pero centrada esta vez en la búsqueda del ser querido a través de todos los obstáculos posibles. Que el relato está lleno de humanidad es una cualidad previsible en la obra de los autores, pero la diferencia aquí se encuentra en la absoluta perfección de la ejecución, desde una concepción casi cinematográfica, en donde nunca hay capítulos anecdóticos: todo parece encaminado al encuentro definitivo entre los dos amantes, desde la primera página. Recuperar esta obra supone todo un triunfo.
3. Descender (Jeff Lemire, Dustin Nguyen)
Un relato de ciencia-ficción centrado en las aventuras de un niño robot… El parecido con Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001) parece evidente, pero los derroteros son otros: como si de una gymkana se tratase, Jeff Lemire no deja de proponer obstáculos al niño hasta conformar un tapiz épico en el que varios mundos participan de un conflicto político en constante crecimiento. La dimensión de la historia permite al equipo creativo imaginar especies imposibles y diseños de máquinas con la originalidad como motor principal. Con un estilo muy arraigado en la ciencia-ficción de los años setenta, un guión de una intensidad imparable y un acertado dibujo cercano a la acuarela, Descender se ha convertido en uno de los grandes logros de la ciencia-ficción del presente.
2. Abelardo (Renaud Dillies, Regis Hautiere)
Para hablar de la vida como aprendizaje continuo, este fino equipo creativo ha tomado el viaje del inmigrante como punto de partida, con la América soñada como telón de fondo. Abelardo es un pato muy joven que se conmueve ante todo lo que descubre por primera vez, como si el mundo le fuese algo totalmente ajeno. La obra recupera el valor de la ingenuidad de la mirada mientras confecciona una particular visión de la amistad, a través de los personajes con los que se encuentra el protagonista. Una obra magníficamente construida y profundamente tierna.
1. La luna al revés (Blutch)
Si hubiese que elegir un solo cómic capaz de hacer avanzar el medio en este pasado ejercicio, probablemente habría que acudir a la locura que ha diseñado Blutch en La luna al revés. Algo así como el Leos Carax del cómic, Blutch parte de la realidad para irla deformando poco a poco y encontrarse de cara con la psique de sus protagonistas, representada como si se tratase del mundo real. La conjunción de tiempos pasado y futuro y su manejo resultan tan estimulantes como esenciales para entender este relato de eternos retornos, en el que amor y trabajo son los grandes pilares que conforman la identidad de las personas. Una obra imprescindible que invita a ser descifrada de manera diferente con cada lectura.
Guionista del año: Rick Remender
El genio americano ha firmado cuatro series para el sello Image (Ciencia Oscura, Low, Tokyo Ghost y Clase letal) casi se diría de un nivel inconcebible: mientras Ciencia Oscura plantea el imparable viaje interdimensional de una familia, en Low la familia ha sido raptada y la protagonista debe ir en su busca. Dos caras de una misma moneda, de un nivel gráfico y narrativo espectacular. Al mismo tiempo, mientras en Tokyo Ghost se intenta construir la ciudad del futuro, en Clase letal los adolescentes intentan destruirlo todo para comenzar de nuevo. La inventiva del joven Remender parece no tener límite.
Dibujante del año: Tyler Crook
La manera de concebir el arte gráfico de Harrow County (obra escrita por Cullen Bunn) supone todo un triunfo: el estilo preciosista de Tyler Crook no abandona unas necesidades del relato que se solucionan siempre desde la sencillez pero también desde una brillantez en la que todo parece natural e inevitable: composiciones de página de engañosa simpleza que encierran múltiples hallazgos creativos. Crook se propone, además, utilizar una limitada paleta de colores para este planteamiento estético acuarelado, con lo que asistir a las soluciones que propone para cada viñeta supone la contemplación de un reto aún mayor. El trabajo de Crook convierte un relato de terror anodino en una obra sublime.