Las Hermanas Bolena (Justin Chadwick, 2008)

Bolena

Justin Chadwick firma una noble adaptación del conocido drama de época. Gran handicap el ser conocido: saber el argumento antes de que la película empiece convierte el filme en un suplicio, pero recemos para que el espectador conozca sólo lo mínimo y sepa disfrutarla.

Hasta tres actrices en la película son en realidad niñas-actrices convertidas ya en adultas. Llama la atención el detalle pues alumbra ciertos aspectos del tipo de producción del que se trata, amén del celebrado ‘duelo interpretativo’, si es que puede llamarse así, de Portman y Johansson.

La historia palaciega está contada con acierto, comedida y contenida, cimentada en los diálogos, que están escritos con precisión. Peca en muchos momentos de condensar tanto la historia que en el montaje la reducción temporal resulta ridícula por momentos (alguien es desterrado y aparece en el siguiente plano, ya finalizado su exilio), pero sin embargo este ritmo parece necesario para mantener la cinta bajo su condición de entretenimiento sin excederse de la duración estándar de un filme comercial.

Un guión aceptable, lleno de momentos de lucimiento para cada uno de los actores, que por el contrario ofrece unos personajes absolutamente planos, carentes de dilema moral más que de la propia supervivencia de cada uno.

Natalie Portman realiza una de sus mejores actuaciones hasta la fecha, que no es decir poco, y continúa creciendo. Su papel, lleno de angustia y de estados anímicos diferentes, es colmado por ella de matices y contrastado con mano maestra por la joven actriz.

Scarlett Johansson, menos agraciada en su papel de hermana ingenua y bondadosa (encarna sin embargo a un hermoso personaje en el plano moral) se limita a ilustrar con su acostumbrado rostro de asombro lo que acontece a su alrededor y ante lo que ella responde pasivamente.

Eric Bana aporta fuerza y cohesión a su personaje de rey, atormentado por el dilema que le supone tomar ciertas decisiones y que el actor solventa con acierto. Su personaje, sin embargo, se encuentra sumido en dudas de principio a fin y su postura termina resultando tan cargante como carente de contraste.

Incluso Kristin Scott Thomas tiene momentos para su lucimiento, en un pequeño papel pero resuelto con una gran intensidad.

Paul Cantelon orquesta una contenida nadería que casa muy bien con las imágenes planas que ofrece el director. Cantelon empieza sus primeros temas mostrando motivos musicales dispersos y termina redimiéndose al centrarse en uno y desarrollarlo con una bella orquestación. Sin embargo está bien lejos de sus mejores trabajos.

Diseño de producción fastuoso y sublime. Cada uno de los vestuarios que aparecen en la película son dignos de elogio, y la buena dirección artística termina por conformar una ambientación soberbia en la pantalla. La historia y el plantel actoral merecían este contexto para sacar a relucir lo mejor de sí mismos.

Fotografía de Kieran McGuigan matizada y obsesionada con las sombras, el contraste entre tonos fríos y cálidos, ambientación lúgubre y belleza en el encuadre, supone sólo un acierto a medias, pues en muchas ocasiones peca de su constante búsqueda del plano bello a nivel estético pero sin ningún nivel de información visual.

Falla derivada también de una puesta en escena absolutamente inexistente, en la que abundan planos cortos (tanto en encuadre con en su duración). Se adivina así una intención del director por controlar todos los engranajes de la producción para que la función sea al menos suficiente y no se le vaya de las manos. Esa exagerada contención ahoga muchos momentos de la película que podrían haber gozado de mayor intensidad creativa y de una mayor apuesta por la libertad actoral de su glorioso plantel.

En definitiva una disfrutable película de época, cuyo mayor aliciente no es el ‘duelo interpretativo’ que no está favorecido por el guión, sino por las actuaciones de los tres protagonistas por separado y en su conjunto, que convierte una cinta de entretenimiento con  intenciones de  telefilme en una película con más aciertos de los que pueden percibirse a simple vista.