En la última década se ha producido un curioso matrimonio comercial entre las películas americanas del mal llamado género ‘feeling good’ con la estética de corte independiente del cine de los noventa.
Estas nuevas maneras del cine de buenos sentimientos, que no dejan de utilizar los mismos procedimientos de siempre, tratan de tocar temas de evidente dureza para subrayar una madurez emocional y una valentía que la película realmente no tiene.
Lo vimos hace poco en el Love Happens de Brandon Camp, y lo volvemos a encontrar aquí recubierto de más ternura pero también de mayor abuso de procedimientos efectistas que conviertan la enfermedad de una niña en torno al seno familiar en un verdadero melodrama de altura.
La película no logra remontar el vuelo en ningún momento, y ni siquiera se plantea llegar lejos. Simplemente procura invitar a la reflexión en diferentes pasajes de corte familiar y emocional, en una sucesión de flashbacks construidos con la simple intención de provocar el llanto fácil.
Los valores de la película se transforman en la valentía de lo narrado, en la dignidad con que trata sus temáticas y en la valentía de algunos personajes y sus decisiones.
Valores que se encuentran perdidos en una maraña de innecesarias secuencias que impulsan al espectador a las emociones primarias y no confía en que sea el propio relato el que genere su propio sentimentalismo. Es éste el mayor pecado de la cinta, tal como el de muchas otras películas de corte convencional.
Si hace un tiempo Camino, de Javier Fesser, se atrevía a reflexionar sobre muerte y fe en un relato que atesoraba la mirada inocente de un niño y planteaba un curioso tour de force contra la religión, (si bien se tomaba más tiempo que su compañera americana), La decisión de Anne tiene la suerte de poder enfrentar las emociones de pequeños y mayores ante la muerte, y la confrontación de ambos ante un hecho que no entienden.
Hechos realmente admirables para un filme con un esquema narrativo tan primitivo y unas trampas argumentales tan clásicas, que terminan por ensuciar los valores que atesora.