*Universal decidió posponer el estreno en España de la película, auspiciado por el éxito de taquilla de la Alicia de Tim Burton. Una oportunidad para que quienes esperaban este estreno con ansia, terminasen accediendo a él a través de otras pantallas…
Hace años que Mark Millar redefinió las bases del mundo del superhéroe tradicional, tratando de coparle de dificultades cercanas a las que vive el ser humano corriente, y mostrando sus errores, sus derrotas, sus miserias, dotándole así de cierta ‘humanidad’, o al menos, de la idea de que ser un héroe no implica ser todopoderoso.
Trató de crear ese concepto a través de The Authority, unos superhéroes recién nacidos en sus páginas a los que dio vida y dotó de una fuerza inusitada, y desarrolló su visión del antihéroe en un magistral arco argumental completo con Lobezno, el conocido héroe de la Marvel, ilustrado por John Romita Jr., a quien le precedía la legendaria labor como ilustrador de su padre también en el mundo del cómic.
Pero no sería hasta el siguiente proyecto, de nuevo ilustrado por Romita Jr., cuando Millar pudo desarrollar su ideal elevado a la máxima potencia: unos adolescentes que desean ser superhéroes y que se disfrazan como tales tratando de ser aceptados en una sociedad que los margina y los descarta en su condición de inadaptados.
El antihéroe así está servido. La conjunción de elementos que interesaban a Millar se ofrecía en su máximo esplendor: un hombre cuya determinación y voluntad eran absolutas, pero a la vez tan frágil, ridículo y vulnerable como cualquier ser humano.
El paso a la pantalla ha hecho mucho daño a la historia original. En primera instancia, porque el trazo maestro de Romita Jr. no tiene nada que ver con la estética del blockbuster tradicional.
Y en segunda instancia, porque el cómic atesora una capacidad de idealismo y de ingenuidad inspiradoras en sus imágenes y en sus diálogos que el celuloide no es capaz de absorber.
El cómic, entendido como instrumento narrativo a la altura de una novela o de una pintura, y producto de la conjunción de ambas, soporta las ficciones más absurdas y los argumentos más inverosímiles con una naturalidad asombrosa. La literalidad del cine ahoga ese sentimiento espontáneo y su carga ideológica, y a la manera del mago de Oz o la fábula del rey y su traje invisible, la absurdidad de la idea queda revelada, desprovista de la melancolía del papel, del dibujo y del poder de la palabra escrita.
Kick-Ass pertenece a esas películas que intentan ser una suerte de faro para aquellos que buscan ser diferentes. El espectador está terminando por confundir la falta de adaptación con la inquietud por ser diferente, y este tipo de productos pretenden ofrecer la fórmula mágica para ser diferente.
Lo realmente lamentable no es esa subcultura pop que intenta vender estos modelos, sino que el público los termine aceptando ante la ascendente revaluación del ser diferente en la sociedad de la mediocridad, y ante la falta de modelos reales capaces de realzar realmente las virtudes personales.
Pero a pesar de la evidente intención dogmática de la película (que no del cómic) en ese ensalzar incondicional de la identidad y de la diferencia, el velo se levanta con facilidad, tal y como el cine ante el cómic, y evidencia que no se trata más que de un filme adolescente, hecho por y para adolescentes, por mucho que sus ínfulas de trascendencia pretendan ir más allá disfrazadas de falsa sencillez (y quizás ésta sea el único argumento para los defensores de la película).
Youtube, Myspace e internet en general son evocados como instrumentos propios de las modas presentes, pero siempre a través de la ridiculez y de la asociación de estos elementos a la cultura adolescente del momento, un simple juego que acaba mostrando la verdadera visión limitada de la película.
Igual de limitada es la versión para la pantalla de un cómic poderoso, por mucho que el papel espectacular y la divertida visión de Chloe Moretz repartiendo justicia, a sus trece años, se apodere con facilidad de los mejores momentos de la película.