De equívocos y de las limitaciones de mi mirada

Ocurre en ocasiones que, ante la visión de un filme, el crítico no está lo suficientemente preparado para valorar la propuesta que acontece ante sus ojos.

Ante todo, la visión de un crítico no es más que la visión de un espectador, sólo que el crítico también es un cineasta. Podría decirse que un crítico es quien no solamente sepa mirar el cine como arte y como instrumento comunicativo, sino que sepa hablar sobre él de la misma manera que sabe verlo.

Por tanto, el crítico es un ser humano, y también está condicionado por su situación personal, por su estado físico, y por las circunstancias del momento en el que se disponga a afrontar el visionado de una película.

La Butaca Azul también cae en las idiosincrasias de lo cotidiano con más frecuencia de la que quien suscribe pudiera desear. Es inevitable.

A veces la falta de reflejos, de percepción, los prejuicios o la misma falta de generosidad ante un título puntual, evitan valorar la película en cuestión tal y como mereciera.

En ocasiones, los prejuicios en torno a la estética y manera de entender el cine pueden afectar a la particularidad de una obra concreta y absolutamente independiente (Donde viven los monstruos, Spike Jonze), o sea necesario una visión de conjunto en torno a un director, o su próximo paso como cineasta, para entender del todo la grandeza de su propuesta anterior (La noche es nuestra, James Gray).

En otras ocasiones, la falta de información previa o la sobreinformación sobre la película juegan en nuestra contra, haciéndonos ver otra película diferente (Adventureland, Greg Mottola), o simplemente, el tiempo en el que el filme se queda a vivir en nuestra memoria demuestra que se trataba de una obra maestra (Anticristo, Lars Von Trier).

En todas ellas, la percepción personal, la falta de tiempo a la que la vertiginosa velocidad del mundo informativo nos empuja a escribir sin apenas haber podido reflexionar acerca de la obra, los diferentes formatos en los que nos llega el cine, o esa falta de receptividad que merece toda película, forma parte de mi valoración sesgada.

Una valoración que en el fondo quiere ser simplemente, a través de la humildad y de las mejores intenciones posibles, no sólo una suerte de faro para el espectador despistado de estos tiempos de la información en los que paradójicamente la desinformación es abundante, ensalzar las películas que lo merecen y de desmentir los engaños del marketing, sino también un lugar para reivindicar cierto cine, o al menos cierta opinión sobre el cine.

Por todo ello sólo me queda asumir mis debilidades y limitaciones como cineasta, como crítico, también como espectador, tratar de seguir aprendiendo e intentando mirar cada película con nuevos ojos, para poder contártela de la mejor manera posible.