No deja de llamar la atención que aún cierto sector del público espere cosas grandiosas de una película que se titula Cowboys & Aliens, cuando evidentemente existe la posibilidad de que contenga ciertas dosis de entretenimiento pero nunca mayor importancia que la que podría tener un filme titulado Pulpos vs. Calamares.
Es la cultura que hemos creado nosotros mismos. No ya los grandes estudios con sus mastodónticas campañas de marketing, pues al fin y al cabo está en el público el poder de decisión de acudir a las salas. Nosotros mismos, en tanto que hemos sido capaces de generar expectación sobre unos productos que realmente no tienen ninguna.
Nosotros, que celebramos la nueva fotografía de un rodaje como si se tratara de una noticia de verdad, la vida privada de los actores, o que consideramos que el nuevo traje de un superhéroe puede ser un aliciente. Es la cultura que nosotros mismos hemos propiciado y que ha terminado por considerar un acontecimiento el estreno de una película como Cowboys & Aliens.
Nada sorprende ya la premisa inicial, basada en el cómic homónimo. Lo que la salva del ridículo es la mirada de John Favreau, auténtico artesano y experto en el cine de masas, como ya demostrase con Iron Man. El realizador sabe que en el estilismo de sus encuadres y de la belleza de sus imágenes nace una seriedad incontestable que la película, por otros medios, es incapaz de alcanzar.
A esto bien se debe la mano experta de un infravalorado operador de cámara, pero que ha logrado situar sus últimos trabajos entre lo más destacado de los últimos tiempos, un Matthew Libatique que genera texturas de hermosa plasticidad, que combina lo árido del paisaje del viejo oeste a plena luz del día con el derroche de inventiva para las abundantes escenas nocturnas.
Lo único que falla en Cowboys & Aliens es precisamente la idea que da nombre al filme. El mundo del western y la ciencia-ficción unidos en un inverosímil argumento. Especialmente el choque estético de ambos mundos, de ambos géneros, resulta insalvable para que la película despegue del todo, y sus coqueteos con el western puro le vienen grandes. En ese sentido, resulta un cómic tan imposible de adaptar al cine como Alien vs. Predator, un espectacular tebeo que sólo encontraba la impostura de lo irreal en su versión cinematográfica.
No tiene sentido valorar a Daniel Craig, a Harrison Ford o a Olivia Wilde por unas interpretaciones al puro servicio del espectáculo. Su presencia se debe únicamente al reclamo de su renombre y a su poder de convocatoria de la taquilla. De nuevo una temible trampa que el propio espectador ha creado. ¿Qué es más importante, la película o la presencia del actor célebre en pantalla?
En el fondo, Cowboys & Aliens sólo se deja disfrutar si uno no espera absolutamente nada de ella. Pero no hay traición alguna en el filme. Su propio título augura ya la presencia de cantidades ingentes de nada. El problema no lo tiene John Favreau, que filma sin pretensiones lo que desea filmar, sino el espectador que aún tenga fe en un Hollywood sin moral dispuesto a adaptar materiales inverosímiles.
Puede que, en realidad, el mayor problema sea que la película termina por resultar del todo inofensiva. Nada de lo que ocurre consigue arrancar emoción alguna. Pero eso ya lo sabíamos.