Country Strong (Shana Feste, 2010)

De entre todas las ficciones posibles, el género musical sea seguramente el que otorga una mayor permisividad a la hora de elaborar un argumento plagado de fisuras, pues es capaz de llenar esos huecos, por grandes que sean, con el poder de la música.

La música es capaz también de llenar los espacios allá donde la habilidad narrativa es incapaz de mantener a flote un relato. Shana Feste conoce bien que la única manera de poner en marcha su artificio pasa por la reproducción constante de la canción country, como manera de hilvanar cuatro pobres historias sobre cuatro músicos desdichados.

Feste también conoce que la gira musical de un cantante poderoso deja el inevitable rastro de su vida allá por donde pasa, y que ésta se construye durante el viaje y no sobre el escenario. Para ello coloca a una hipotética Kelly Canter en el centro del huracán, una mujer con un pasado tormentoso sumida en una vorágine mediática a la que no está preparada aún para enfrentarse.

La historia de Kelly Canter no es la única sobre el tapete. Le acompaña una pléyade de historias sobre otros cantantes más jóvenes repleta de todos los tópicos sobre el mundo de la música: la Cenicienta que quiere triunfar, el joven que descubre la cara amarga del negocio, los amores impostados que surgen entre ellos… En definitiva, una caravana plagada de lugares comunes que termina por recordarnos que Country Strong no está nada lejos de ser una película de sobremesa.

La presencia de Tim McGraw como sacrificado esposo de la estrella femenina resulta definitiva para entender la auténtica vocación del filme. ¿Un cantante real que encarna uno de los papeles protagonistas? A fin de cuentas, lo único que acaba importando en Country Strong es la calidad más o menos acertada de la música que suena, y nunca su previsible argumento.

No ayuda a sostener la impostura general que el cuarteto protagonista, sobre los que cae la totalidad de los planos de la película, esté en tan poca sintonía con lo que se narra como el propio espectador. El citado McGraw no pertenece al mundo del cine, Meester y Hedlund son puras caras bonitas escogidas con esmero para congraciarse con la juventud del momento, y Gwyneth Paltrow, la única actriz de verdad en la función, se cree tan poco su papel que el tedio se apodera muy pronto de la película.

Y aquí es, finalmente, donde puede localizarse el epicentro del quiero y no puedo constante al que está sometido Country Strong. El papel de Kelly Canter requería una interpretación desgarrada, intensa, en la que el actor se dejase la piel para que la película funcionase realmente. Es escandalosamente evidente que Gwyneth Paltrow parece haber aceptado protagonizar la historia más por el reto musical que por el interpretativo. Pero de todos modos, ¿podría haber hecho otro actor esa deseada interpretación en un personaje construido a base de clichés?

La sensación final tras ver Country Strong es la de una película llena de buenas intenciones, que no consigue poner en escena ninguna de ellas sin que la ingenuidad derrumbe todos sus nobles intentos. Los pequeños destellos de sinceridad en la relación matrimonial derruida de Kelly Canter remiten a la idea de Shana Feste dirigiendo su propio guión. Su reflejo en la pantalla es Tim McGraw, ese hombre que lucha constantemente por intentar que no se derrumbe todo de un plumazo.