Desde hace unos años, la industria de Hollywood se ha amparado en que ‘por fin contamos con la tecnología adecuada para hacer versiones dignas de los cómics’ para así volver a explotar el filón de los superhéroes, tal como ocurriese a finales de los 90 con los remakes. El motorista fantasma, cómic de culto y perteneciente a un sector muy especial de los lectores de cómic, pasa al cine envuelto de un halo sureño de lo más mediocre, mezcla de las películas del mejor chuck norris con los westerns menos agradecidos de la industria, con todos los ingredientes del blockbuster más deleznable.
Ni siquiera los efectos especiales logran salvar una historia que cae por su propio peso, absurda y previsible hasta unos límites dignos del llanto. Técnicamente correcta pero absolutamente insalvable desde su nimia historia hasta su resolución que no puede ser más que patética, como el resto de la cinta.
Queda por preguntarse qué lleva a Nicolas Cage a realizar este tipo de filmes, si en realidad es por el dinero o si realmente este proyecto tenía algún mínimo interés que, salta a la vista, se perdió por el camino.