En medio de un contexto cinematográfico en que la industria de la comedia americana busca los argumentos más originales y disparatados posibles y tras una huelga de guionistas que pone en crisis la ya insostenible colección de argumentos absurdos para el cine comercial contemporáneo, aparece ‘Love Happens’.
Con la muerte como telón de fondo y con un relato romántico en su interior que pone en duda esa búsqueda sin sentido de los argumentos más disparatados imaginables, la película cuenta, a través de una historia sencilla, el dolor de la pérdida y el proceso de duelo del ser humano de una manera que ya quisieran para sí muchas otras obras mucho más pretenciosas que ésta.
Tras este contexto argumental, que no es más que una excusa para explotar la imagen y el romance de sus dos actores principales, aparece el clásico cuento de chico conoce chica y sus avatares. No faltan las citas ensoñadoras, los momentos de crisis y los malentendidos, las reconciliaciones, y las clásicas confidencias sostenidas por una maravillosa música de fondo.
Lo que hace realmente especial a ‘Love Happens’ y la eleva un punto por encima de sus mediocres compañeras del género, es la sencillez y la honestidad con que es tratado el tema de la muerte y del duelo personal, una honestidad que hace respirar a la película con una savia nueva y que, lejos de transformarla en una buena película, sí que convierte el filme en una experiencia agradable y enriquecedora.
Mejor hubiese sido la ausencia de Aaron Eckhart, un protagonista que cuando intenta ser gracioso resulta histriónico, y cuando intenta ser profundo resulta gracioso. Un actor sin química alguna con su compañera de reparto, condenado a ser un estupendo secundario (léase ‘El Caballero Oscuro’) y que como protagonista, al menos por el momento, nos ha obsequiado con unas interpretaciones tan lamentables que la gran mayoría de ellas han echado a perder las películas en las que trabajaba.
A punto de ser éste también el caso, la eficacia y simpleza de su historia, bien construida, y la presencia de Jennifer Aniston (que salva a su compañero en muchas escenas) articula la película más en el argumento que en el trabajo actoral, más en el personaje que en el actor, y gracias a que Brandon Camp sabe aprovechar los recursos de que dispone, consigue una de las comedias románticas más originales y acertadas de los últimos tiempos.