La comedia romántica americana muestra, cada vez con mayor frecuencia, enormes fracasos creativos derivados de la gran presión del género por una búsqueda de historias y situaciones nuevas que se escapen de lo que se ha contado ya mil veces.
Este nuevo filme no es otra cosa que uno más de esos fracasos sin interés alguno. Una engañosa comedia con un romance central que se engaña a sí misma tratando de venderse como algo que no es, como un drama sobre el amor no correspondido, y en esa falta de compromiso consigo misma y con lo que es realmente comienza a diluirse en una falta de identidad y nadería narrativa que destruyen las posibilidades de la propuesta.
Que el amor de pareja o el sexo fácil queden retratados como las mayores posibilidades de éxito social no son novedad en el género. Lo que sí resulta muy contradictorio es que una película que trate de huir de los tópicos, en principio, acabe recurriendo a ellos como la única y desesperada forma de hacer avanzar la historia de alguna manera.
En otra búsqueda de originalidad, esta vez en la estructura, el filme aborda esos quinientos días de manera desordenada, escabulléndose argumentalmente y convirtiendo la película en una sucesión de cortometrajes a cual más decepcionante. La estructura cae presa de su propia trampa y evidencia su ingenuidad constructiva al no poder utilizar ese desorden cronológico cuando los personajes acuerdan una cita para el día siguiente.
Por momentos el filme parece un tributo a la belleza original de su actriz principal, una encantadora Zooey Deschanel que aquí interpreta un papel que parece serle totalmente ajeno. El tributo se diluye también pronto en tanto que su personaje, deseoso de ser escrito como un carácter peculiar y diferente, acaba resultando odioso.
No se me ocurre un peor actor, ni para esta comedia ni en estos tiempos, que Joseph Gordon-Levitt. Su cara inexpresiva y su mirada pétrea son incapaces de transmitir nada al espectador o al menos de que el público se identifique un poco con su nefasto personaje.
Una película con todos los elementos técnicos e interpretativos en su sitio, un acabado impecable, una realización plana pero fluida, unas actuaciones solventes. Todo parece resultar, cuando menos correcto. ¿Son estos motivos, en una época donde otros autores miran hacia la disolución narrativa del cine y sus métodos tradicionales, suficientes para olvidarse de los tremendos errores de la película y tratar de disfrutarla?