Primera secuela de la fallida adaptación del cómic de superhéroes a la gran pantalla, cuyo mayor aliciente es su fidelidad a los personajes originales.
Establecida sobre un argumento típico de cómic, la película se va golpeando en cada una de sus tramas con la nefasta realidad que supone aceptar que la ficción del papel no soporta el trasvase a material cinematográfico, y aún a pesar de encontrarse con semejante escollo sigue adelante, fiel a sí misma y a su espíritu de mero entretenimiento.
De argumento sencillo, de espíritu noble y poco enrevesado, deja entrever sus intenciones honestas ofreciendo una trama principal de corte épico entrelazada con una trama individual que cuestiona moralmente a cada uno de los protagonistas, actitud difícil de ver en el cine actual y que es del todo aplaudible.
La cinta se deja ver con fluidez y naturalidad, obviando ciertos momentos previsibles o simplemente carentes de fuerza, pues ni la historia ni el planteamiento pretenden apabullar al espectador, sino entretenerlo a través de un filme que, por raro que parezca, contiene incluso ciertos valores que afloran en el seno del grupo.
Papeles resueltos y un metraje conciso que no alarga el circo más de lo deseable ayudan a empaquetar este pequeño cóctel de pequeña pandilla heróica con envoltorio de superproducción, que no aburre pero que parece realizada a medio gas, sin fuerza, como si el miedo a mantener el ritmo hubiese ahogado la inspiración creativa.
Película que entretiene y se queda en eso, pues no busca nada más y, habiendo cumplido su único objetivo, no queda más que agradecerle que, por una vez, el cine de los grandes estudios retire las palabrotas, camufle los desnudos de Jessica Alba, olvide la violencia desmesurada y utilice ese modo de censura no de forma restrictiva, sino como una señal de buen gusto.