Una comedia romántica al estilo alemán, que no es otro que el estilo europeo que pretende hacerse el moderno a base de la transgresión, la incorrección política y el humor de fácil acceso con el que la gran masa es capaz de conectar.
En una de las primeras escenas, el protagonista dice: “Todo aquel que va a América vuelve corrompido”. Ésta no es más que una frase entre muchas otras de las que pueblan un filme repleto de alusiones negativas hacia los estados unidos y hacia los valores que promulgan, sin acometer primero un juicio sobre sí misma y asumir que, tanto en el fondo como en su superficie, se trata de una comedia romántica de tono comercial, un género creado y desarrollado por la cultura americana y auténtico símbolo de la política consumista capitalista.
Incluso a pesar de tomar ese modelo como armazón para su banal y previsible relato, incluso aunque critique ese mismo modelo mostrando su absoluta impostura, las trabas culturales chocan con el estilo americano hasta tal punto que muchos de los gags que propone la cinta no funcionan en ningún momento.
Destila humor plastificado, una falsa y forzada incorrección política que busca todo el tiempo para sentirse más inteligente sin éxito, y una fotografía edulcorada que busca siempre la estampa bonita aunque el supuesto trasfondo del entuerto sea ensalzar la belleza interior de sus protagonistas. Un irritante mar de contradicciones con envoltorio con envoltorio de producto cool que cree marcar tendencia.
Un éxito de taquilla europeo que amenaza con regresar en una segunda parte, más difícil todavía, totalmente carente de inteligencia, buscando la carcajada a cualquier precio aunque eso suponga olvidar a ratos el buen gusto que pretende emanar, y que critica con burla todos aquellos elementos de comedia de los que ella misma hace uso. Ni siquiera la bienintencionada inclusión de un profuso grupo de adorables niños salva la cinta del abismo tramposo en el que ella misma cava su propia fosa.