Dado que LOL no es solamente un remake de un film francés realizado cuatro años atrás, sino que además está dirigido por la propia autora del film original, Lisa Azuelos, resulta sumamente interesante pararse a establecer comparaciones entre una película y otra, y encontrar en la confrontación entre ambas el mayor aliciente para disfrutar de esta nueva versión.
El objetivo de la película es simple: llevar a terreno norteamericano las conquistas de una interesante película para adolescentes, pues la cinta original sabía combinar los problemas propios de aquella edad con un relato que podía encandilar tanto a sus iguales como a un público más adulto. Azuelos hace exactamente la misma película, casi plano a plano, y sin embargo esta segunda versión es notablemente inferior. ¿Cuáles son las razones?
En primer lugar, la directora cuenta ahora con unas capacidades técnicas que le permiten concebir casi cualquier plano que imagine. Lo que en la película francesa de 2008 era una presentación de personajes basada en planos cortos e insertos con diferentes actores es ahora un intrincado plano secuencia, la panacea técnica del director que desea emular a los grandes narradores del cine. Donde antes había un instituto francés que hacía un viaje de fin de curso al Reino Unido, ahora vemos un instituto americano que cruza el océano atlántico hasta llegar a París. Cambios en la dimensión de lo acontecido que descontextualizan el relato.
Pero el fracaso no llega por la acumulación de tópicos, sino por los cambios que impone la transición del material francés hacia otra cultura y otra forma muy distinta de entender el cine tanto como la vida. En la secuencia que abría la película original, su protagonista avanzaba en cámara lenta mientras su voz en off comentaba que aparecía de esa forma porque era así como se veía la vida a través de las películas. Luego dinamitaba el efecto y ya nunca volvía a aparecer en todo el metraje. Aquí, sin embargo, se mantiene ese chiste en la escena inicial, pero la cámara lenta mola y seguirá molando, da igual el discurso. En los momentos más emotivos del relato, la cámara lenta regresa a esta LOL para desvelar que nada de lo que se dice importa. Lo único importante parece ser dejar puesto en pie el artificio y abandonarlo a su suerte siguiendo el croquis impuesto por el guión francés.
Por lo tanto la mayor tara de la película es la falta de impulso creativo, la ausencia de la energía que tenía aquella divertida película europea, aquel digno producto para adolescentes y sus padres, y no este desdibujado remake. Y quizás el otro gran problema sea, definitivamente, su elenco actoral. Miley Cyrus abandonó su carrera musical explicando que sentía no estar a la altura de la profesión. Quizás se haya tomado el cine como un arte menor o crea en el fondo que es una fantástica actriz. En cualquier caso, se equivoca. Los peores momentos de LOL llegan siempre cuando es ella en solitario la encargada de sostener la escena o un plano concreto. Sus gestos son muy divertidos y su capacidad de improvisación es asombrosa y envidiable, pero parece incapaz de soportar el peso protagónico de una película. Da la sensación de estar recitando su texto lo mejor que puede, nunca interpretando a un personaje, sino haciendo de ella misma.
Actuaciones previsibles y nada sugerentes, desidia tras la cámara, acumulación de tópicos. Son estos elementos los que convierten a esta nueva LOL en un Blockbuster sin identidad y sin interés alguno. El mercado americano recibe una historia divertida forjada a través de los nombres de segunda fila del star system de su tiempo. Las virtudes del material original, sin embargo, se han perdido durante el viaje.