Cuesta imaginar a Rodrigo García, director de obras corales como ‘Cosas que diría con sólo mirarla’ o ‘Nueve vidas’ dentro de una película como ésta, un producto de encargo con la estrella del momento que obedece a cánones comerciales y nunca a un discurso autoral de primera magnitud.
Todo está supeditado pues, a narrar una historia de drama psicológico en el que una doctora investiga a los supervivientes de un accidente aéreo, para adentrarse paulatina y farragosamente en los terrenos de lo sobrenatural hasta devenir en un panfleto previsible y sin interés.
Lo que convierte a ‘Passengers’ en un filme que supera a la media de las de su género (que no es decir mucho) es su sensibilidad para captar las emociones de sus personajes antes de que el esperado giro de guión en el tercer acto descubra por fin la verdadera identidad de un filme tramposo, que mantiene siempre la tensión hasta que se desinfla por su resolución costumbrista y atropellada.
Ayuda eso sí durante el camino una Anne Hathaway en su madurez interpretativa, otorgándole cierto interés a un personaje tan plano como totalmente carente de fuerza cinematográfica alguna. La espléndida estética que propone García (aunque lamentablemente se aleje de su manera de rodar otros de sus filmes mayores) también reconforta en lo visual aunque nunca llegue a ofrecer más información de la que es incapaz de dar un relato insípido y sin sustancia.
En definitiva, la obra menor de un cineasta mayúsculo reconvertido aquí en mero artesano en pro de su manutención y en sacrificio de su libertad creativa.