Leonera (Pablo Trapero, 2008)

Leonera

Pablo Trapero regala una hermosa y dura cinta en la que una mujer debe luchar sola frene a un destino funesto que nunca se separa de ella y contra el que debe sobreponerse a cada momento.

Esta pugna entre tragedia vital y asunción de las capacidades de uno mismo está aquí representada en la historia de una mujer que resulta condenada a prisión, por un intento de asesinato en el que nunca queda explicitada la culpabilidad real y donde reside el conflicto moral de la historia.

En cuanto a su puesta en escena y su escasez manifiesta de medios técnicos y de producción, la película acusa el emparentarse con los lugares comunes de la mayoría de los dramas carcelarios, pero su tremenda convicción en la historia que cuenta lo aleja de los tópicos del género y lo empuja a un desarrollo fluido y alejado de convencionalismos comerciales.

No se trata de una obra de redención de los pecados cometidos, de los errores no reconocidos o de los fallos por los que uno es castigado en consecuencia, sino de la aventura de luchar frente a adversidades extremas, aún a pesar de hacerlo sin encontrar sentido a las ventajas de seguir con vida y sin la certeza de lo que llegará al día siguiente.

Y de repente, el futuro cobra sentido en manos de un recién nacido, un hijo nacido en prisión y que vive una realidad diferente aún estando en el mismo contexto que la madre. Es entonces cuando el niño se convierte en el sentido, en las ganas de luchar, en el referente absoluto, en la razón de todo.

Y en ese sentido, que no es uno mismo sino una pieza de ti que ahora tiene manos y piernas y empieza a descubrir el mundo, todas las fuerzas son pocas. Las adversidades son más pequeñas que nunca y el impulso de querer superarlas es infinito.

Pero Trapero no propone un cuento de fantasía. Es más, desde el primer fotograma saber conducir con mano firme su discurso desde el lado de una dureza contemplativa que superpone el hiperrealismo con una crudeza suavizada por el propio corte de la aventura materna que el personaje lleva a cabo.

Fotografía, director, una excelente actriz principal y un buen plantel de secundarios se conjuntan para ofrecer una visión silente de una de las realidades del mundo presente, una metáfora bien construida dentro de una celda que se hace minúscula por momentos pero que es capaz de englobar en ella todas las grandezas y miserias del ser humano.

Tiene poca importancia que su final abierto, de dudosa ética y de libre moral, resulte polémico. En ese final hay mucha más poesía que en todo el resto del metraje. Una licencia poética que Trapero se permite en el último momento para dejar escapar rayos de esperanza que se filtran a través del mundo ennegrecido que ha creado durante toda una hora de buen cine.