El prestigioso director de animación Mamoru Oshii firma con The Sky Crawlers la que posiblemente sea su absoluta obra maestra, con un relato que oscila entre la ciencia-ficción y el relato post-apocalíptico y que encierra un poderoso mensaje político.
The Sky Crawlers no versa sobre imponentes máquinas futuristas, sino todo lo contrario: una regresión estética y tecnológica a los vehículos de aviación de la segunda guerra mundial, donde pequeños grupos de combate luchan contra otro grupo en una batalla aérea que parece no tener sentido ni fin.
La misma desinformación con que opera el espectador también es portada por los personajes, que ante esa angustia y ese absurdo devenir existencial que padecen han optado por el silencio y el aislamiento. Pronto comienza a revelarse la crudeza del relato, donde todos sufren ese silencio, esa incomprensión y la falta de respuestas que aclaren muchas de las dudas que los castigan día a día.
Esa crudeza está revestida en forma de obra de arte. La estética de la película es absolutamente preciosa, y combina en un prodigioso alarde técnico la animación tradicional para ilustrar a las personas y los edificios y la animación por ordenador para las avionetas y los paisajes con gran detalle, animación informática cuidada con especial detalle y gracias a la cual cada escena de combate aéreo es una verdadera delicia visual.
Resulta difícil conectar con esa narración dura y solitaria a través de un largo metraje, donde la información del relato se obtiene a cuentagotas y el día cotidiano se hace agónico también para el espectador, experimentando ese silencio, ese aislamiento afectivo y esa apatía ante la vida que hace que todos duden entre desear morir o continuar viviendo/luchando en el aire.
Finalmente, el discurso político en forma de moraleja como mensaje global del relato se torna tan poderoso como efectivo. Es en esa triste explicación donde cobran sentido los silencios, donde la tristeza se transforma en desidia. Su mensaje lleno de valor y también de pesimismo esconde en su fondo un fuerte componente optimista. Dentro de esa rutina angustiosa, aprender a vivir las mismas experiencias con otros ojos es también aprender a reconocer la belleza del mundo.
Y en ese discurso profundo, envuelto de una belleza plástica sobrecogedora, en esos silencios que quieren contar tanto, en esa búsqueda de sentido existencial que confrontan cada día con la muerte y que les otorga su humanidad, es donde los Sky Crawlers son capaces de sobrevolar todos sus triunfos.