El Patio de mi cárcel (Belen Macías, 2008)

PatioCarcel

Entre las películas españolas de la actualidad (y de muchas otras cinematografías europeas y latinoamericanas) permanece aún el ánimo de tocar diferentes géneros que ya estaban condenados al ostracismo o sobresaturados con la intención de darles una vuelta de tuerca, para finalmente obtener los mismos resultados de siempre.

 

En este, por ese lado, fallido contexto, se sitúa este drama carcelario, con Belén Macías tras la cámara y donde las buenas intenciones rara vez dan tregua a la ilustración objetiva o al realismo trágico de los hechos en su total desnudez. Hay otros aciertos en la película, pero esos pilares mal cimentados nunca permiten que la película despegue.

 

Todo permanece edulcorado y carente de fuerza narrativa, y por ello todo su universo queda relegado a una pantomima optimista en la que la denuncia de injusticias y la crudeza dan paso a ese cruce desequilibrado de espíritu bondadoso y situaciones conmovedoras y efectistas.

 

La historia misma parece querer huir de este espíritu en cada escena de manera aislada, pero su estructura formal, presa de convencionalismos y carente de riesgos o una propuesta sólida, convierte el conjunto en una nimiedad que se deja ver con agrado.

 

El plantel actoral sin embargo eleva la película de categoría y la transforma en un compendio de creaciones magníficas, que van desfilando una tras otra con su momento particular de lucimiento aguardando en ese guión que deja migas de pan por todas partes para todo aquel que aparezca en la función. Brilla con luz propia aquella para quien está escrito el rol protagonista y sobre quien pivota toda la historia, esa enorme Verónica Echegui que sabe explotar todos sus recursos y pasar de un registro a otro con pasmosa naturalidad. Un trabajo que no sólo resulta brillante y gozoso sino también el mayor pilar del filme para no caer en la mediocridad.

 

Poco envidiables resultan los apartados técnicos de la película, desde una correcta fotografía (condicionada por una mediocre puesta en escena) hasta la acostumbrada banda sonora de nuestro cine, plagada de hits musicales sin ninguna utilidad narrativa. Llama la atención que un filme de ajustado presupuesto contenga una dirección artística tan notable y a la vez un diseño de producción bastante penoso.

 

Una vez comprobado el fracaso del filme en su intención de renovar el drama carcelario, uno descubre rápidamente que el juego versa sobre las intervenciones de su interminable plantilla de actrices y en la fuerza visual que aportan a unas pocas escenas, y en el disfrute de ese juego, admirar la creación de una de las mejores y más infravaloradas actrices de nuestro cine.