La trampa de aquellas películas de juventud que considerábamos gamberras era que, aparentemente, tenían licencia para albergar en ellas todo tipo de lagunas, errores e incoherencias. No nos importaba en absoluto, eran gamberras. Eran diferentes.
En tiempos de crisis, el cine se aferra con más frecuencia de la deseada a ese concepto, etiquetando incluso películas de alto presupuesto como Red en este tipo de cintas, que se ríen del género que tratan pero sólo de manera superficial.
Tomada de un cómic, Red cuenta la hilarante historia de un grupo de agentes retirados de la CIA que vuelven a reunirse tras descubrir que son perseguidos y que alguien desea eliminarlos uno a uno. El trazo es muy grueso, las situaciones tratan de buscar la comicidad en todo momento, y la acción es desmesurada y extendida.
Pero que la banda sonora esté cubierta de música ligera y desenfadada no la convierte en una película gamberra. Ese cine siempre contó con humor inteligente y con el deseo latente de alejarse de todo lo establecido, y Red no tiene ninguna de las dos cosas.
En la cinta el humor no es nada original, incluso previsible, y las secuencias de acción son tan rutinarias como poco estimulantes. Si a ello añadimos lo absurdo de su argumento, sacrificado a favor de sacar a relucir a sus rutilantes estrellas protagonistas, el filme de Robert Schwentke termina por ser un fallido intento de comedia de acción, de película ligera hecha con gusto, con eficacia.
En Red, nada está donde debería estar. O al menos, lo que está ha sido puesto con tanta desidia que parece fuera de lugar. Unos actores del calibre de Morgan Freeman, Helen Mirren o John Malkovich merecen mejor suerte que unos personajes planos con algunas dosis de humor en sus diálogos.
Aclamada en su país de origen, la cinta habla a las claras de lo que es una producción del Hollywood de hoy: un filme de grandes dimensiones que es tan consciente de sus limitaciones en todos los sentidos que no puede más que venderse bajo el disfraz de lo diferente.
Ante la falta de ideas, el cine comercial pretende disfrazarse de humor inteligente en una película donde no lo hay. La etiqueta de “gamberra” hará que se lo perdonemos todo.