XXY (Lucía Puenzo, 2007)

XXY

El cine argentino de la última década ha ganado un prestigio que ha ido perdiendo en los últimos años ante la proliferación de nuevas promesas que luego permanecen estancadas. Salvo Lucrecia Martel o Lisandro Alonso, el resto ha quedado en el camino, dejando paso de nuevo a los nombres de siempre en el panorama cinematográfico del país como valores seguros.

El caso de Lucía Puenzo con su XXY es atractivo, no exento de interés en su análisis, y sin embargo también resulta una obra fallida.

La original trama de XXY se centra en un curioso defecto genético que afecta la sexualidad de una adolescente, y por ende a su identidad y su desarrollo personal. La naturalidad (que a veces es crueldad) con que se trata la historia da a entender que las intenciones primeras convertían el argumento en una metáfora sobre la adolescencia y el descubrimiento de la identidad sexual.

Sin embargo, el tratamiento que éste recibe a lo largo de la película ha terminado por dejarla más del lado de lo paranormal y lo escatológico, un expediente X sin resolver, que un problema físico tratado con naturalidad.

Lucía Puenzo maneja la oscuridad y la crudeza como material primigenio para su historia, el desamparo de dos adolescentes que buscan su identidad sexual como modo de encontrar sus lazos afectivos, su vínculo emocional y también a sí mismos. Ese desarrollo, a veces forzado, a veces intrascendente como la vida misma, no resulta equilibrado en pantalla y da lugar a una obra desigual, repleta de aristas.

Aristas que se reflejan en el rostro de un desorientado Ricardo Darín, desorientado como el personaje del padre que no sabe qué hacer con su hija, pero desorientado también como actor, que no sabe qué hacer con el material de su personaje.

La música también resulta fallida, no sólo en sus planteamientos estéticos sino en los lugares en los que está ubicada. Esta parcela narrativa mal encubierta ayuda a que el desarrollo se conforme como un vaivén de situaciones que acontecen una tras otra sin sentido aparente. Y quizás ese era el sentido buscado de esa estructura desdibujada, pero sin duda ésta no funciona en ningún momento.

Buscando esa descarnada realidad hasta el último momento, una resolución cruel exenta de cualquier atisbo de emoción termina por aguar las ambiciones de un filme que se aventuraba muy interesante, con un material de partida muy poderoso y con una autora de gran calibre que esta vez ha naufragado junto con su ambicioso barco.