‘Una Palabra Tuya’ recoge el testigo de algunas de las mejores películas españolas de directores noveles de los últimos años y alarga su discurso con elogiosa convicción. Aunque la película no ha tenido una campaña de promoción a la altura de la belleza de lo que cuenta (que quede patente por el inexistente material de prensa que puede encontrarse sobre ella), su mensaje llega cristalino a aquel espectador que ha tenido la suerte de encontrarla.
A partir de la novela homónima de Elvira Lindo, la directora Ángeles González-Sinde elabora una película emotiva y compensada por dos personajes muy diferentes que comparten un universo común por el azar de sus existencias.
Malena Alterio encarna a alguien moldeado por sus malas experiencias en la infancia, se muestra agresiva y aprensiva con quienes la rodean y trata de mantenerse a flote a pesar de las dificultades que atraviesa y su soledad apremiante.
Esperanza Pedreño encarna otro tipo de soledad, y es una soledad que se lleva con la felicidad que da el tomar la vida con alegría. Su vida es en apariencia mucho más mediocre, pero se aferra a su amiga con afecto incondicional y ayuda a poner en pie algo más grande que ellas mismas y que no alcanza a entender.
Las dos actrices encarnan con pasión y garra sus personajes, dos creaciones excelentes que compensan y dan fuerza a una película que sostiene, respira y vive gracias a ellas y a su constante credibilidad.
A pesar de las aparentes dificultades presupuestarias que a veces acusa la película, el resultado final ofrece un digno relato de superación personal, amistad infinita y la búsqueda constante de uno mismo en un mundo que aprieta y también ahoga, en situaciones extremas y en personajes también extremos.
Su directora maneja la película con la misma convicción con que maneja a sus actrices. El tempo de las secuencias y el desarrollo de la historia es tan adecuado como efectivo, y su mano omnipresente ayuda a conducir algunos de los mejores momentos de la película, momentos de auténtica fuerza cinematográfica, como un maravilloso monólogo de Esperanza Pedreño en la oscuridad de la noche, sincerándose ante una amiga que parece no corresponderle en la misma medida.
La falla insalvable de la película queda relejada en la imposibilidad del traspaso de todos los elementos de la novela a la pantalla. El ritmo queda apesadumbrado en numerosas ocasiones para tratar de resolver todas las tramas, y a pesar de utilizar recurrentes flashbacks para presentar el pasado de ambas niñas, la reiteración excesiva de explicaciones y aclaraciones ensombrece tanto el ritmo como la calidad de la película.
Una interminable coda final ayuda a arruinar buena parte de los logros del filme, que aún así permite que permanezcan incólumes alguna de sus mejores virtudes: la amistad sin condiciones, el azar de la vida y cómo juega en nuestra contra y nuestro favor al mismo tiempo, todo el sentido que ha perdido la religión en la sociedad contemporánea, el significado de las otras personas en nuestras vidas, la importancia de la valentía, la honestidad, el amor… todo queda maravillosamente reflejado. Y nosotros en ella.