La creación de Peter Jackson de la trilogía completa de El Señor de los Anillos le convirtió en uno de los autores más sobrevalorados de nuestro tiempo. Qué propuesta lanzar a partir de entonces para considerar una nueva obra a la altura de sus antecesoras?
La revisitación del clásico King Kong confirmó a Jackson como un maestro del cine de masas y el espectáculo con mucha menos sustancia y profundidad de la que advertía la trilogía del anillo.
Su cambio de registro y vuelta en cierta manera a los orígenes de su cine con la novela de The Lovely Bones es, además de una declaración de intenciones, la muestra definitiva de encontrarnos ante un autor total, entregado a la defensa de su texto más que a su lucimiento como director mediático, incluso a pesar de haber protagonizado las superproducciones más llamativas de la última década.
La historia del asesinato de Susie y su vivencia en un limbo que evita las connotaciones religiosas de su propuesta argumental y trata de nadar en una recreación ensoñadora del relato fantástico aporta una mirada única en el cine del género.
Su construcción fragmentada y oblicua, trazada a través del pensamiento de su asesino (un escalofriante trabajo de Stanley Tucci que por fin comienza a ser valorado), la visión de su entorno familiar y la suya propia situada en un marco irreal externo al mundo, ofrecen un contexto ideal para contar una historia no demasiado fresca a través de un prisma realmente novedoso.
Jackson se supera a sí mismo en su labor de narrador total. Se trata del autor más cercano a la habilidad de lenguaje y la imaginería visual de Steven Spielberg, con quien comparte no sólo procedimientos sino gran parte de sus temáticas, si bien aquel opta por una mirada más infantilizada y el realizador de King Kong roza siempre la línea de la crueldad y lo morboso, la mezcla siempre fascinante de trasgresión y tradición que le a ese tono tan reconocible a sus obras cinematográficas.
Sin embargo no es Peter Jackson el protagonista, incluso aunque cada uno de los planes del filme tenga su inefable impronta y su minucioso gusto por el detalle, secundado por la maestría del fotógrafo Andrew Lesnie que agudiza el poderío visual de la cinta.
El verdadero descubrimiento se llama Saoirse Ronan, que encarna a Susie con una dulzura y espontaneidad que prometen hacer de ella la estrella hollywoodiense de la próxima década. Actriz adolescente que ya cautivara en su infancia bajo su odioso rol en Expiación. La expresión absorbente del rostro de la joven actriz imprime una fuerza a las imágenes que se graban a fuego en la retina, y su impacto visual en la pantalla no hace desmerecer su trabajo actoral a pesar de su corta edad.
Cine de género hecho con mayúsculas, narrado con el pincel de un genio creativo de asombrosa mano, maravillosamente rodada y muy bien interpretada, que encuentra su único escollo en sus propias trampas estructurales.
La relación entre los tres mundos en los que se desenvuelve este fascinante film en ocasiones se tambalea y dota de una desafortunada irregularidad a la obra. Algo que no ayudará a la conciliación con el espectador, pero que no le impedirá nunca mostrar la belleza de sus logros narrativos y las joyas de su trabajo actoral en conjunto. El nombre de Peter Jackson resuena en cada plano, en cada diálogo y en cada acción, y esa exhibición de dominio autoral resulta tan imperdible como necesaria en el cine de hoy.