Una película simplona y lineal como Ramona y su hermana invita a la reflexión sobre el cine infantil contemporáneo y algunas de sus discutibles herramientas, esas que han terminado por imponer los grandes estudios y que respiran con especial fuerza en los productos de animación por ordenador.
Ramona y su hermana, construida en base al motor comercial de la popularidad de Selena Gómez, una de sus protagonistas, es un alegato sincero y sencillo sobre el valor de la creatividad, en manos de una niña pequeña que trata de ayudar, a su manera, a superar la época en que su padre pierde el trabajo y la familia se desintegra.
No habrá ningún momento especial a lo largo de un metraje generoso pero llevado con fluidez y buena mano. Lo que habrá, en esencia, es la vida cotidiana de una niña que pelea por ser ella misma en un mundo que trata de anular su capacidad imaginativa.
Se trata de una historia mil veces contada: la niña que imagina hermosos sueños y que choca con una realidad incapaz de comprenderla, en una adaptación ejemplar de una novela que no teme un paso no literal a la pantalla y en la que se resume, en el fondo, buena parte de su éxito.
Lo que llama la atención del filme es su capacidad para retratar el mundo infantil, ya sea a través de disparatados instantes en el que un mundo troquelado se apodera de la narración y pone en imágenes los pensamientos de Ramona, encarnada por una pequeñísima y sorprendente Joey King llamada a ser una gran estrella.
Y no sólo esa capacidad de acercarse a la representación del mundo infantil, sino también, y con seguridad el logro más importante de la película, el de poder hablarle al niño de tú a tú, sin necesidad de argumentos imposibles, de ideas absurdas ni de personajes histriónicos, simplemente siendo capaz de bajar la mirada y ponerse a la altura de sus ojos, con la mirada y con el espíritu, para intentar ver el mundo tal como ellos.
Y a partir de ahí nace una película sencilla sobre el denostado mundo de lo creativo, demasiado pendiente de respetar su estructura y centrada en el impacto mediático de su pareja de jóvenes protagonistas, pero que en más de una ocasión, a través de sus sonrisas desprejuiciadas, hace pensar en la utopía: en que un cine que poder ver con tus hijos quizás sea posible.