Hijo de los grandes directores del cine americano, heredero de la mejor tradición del cine negro, James Gray trata de acercarse al estilo y la temática de sus ídolos a través de un material argumental muy acorde con la época en que acontece este filme.
Gray toma las riendas de su autoría y trata el material policiaco de una manera muy densa, otorgando una profundidad (y una cualidad sombría) a todos los personajes, principales y secundarios. A lo largo del (generoso) metraje de la cinta, ese trasfondo de los personajes endurece y engrandece las secuencias hasta afectar a su propia textura: es ésta una película de altos vuelos, de densidad abrumadora y grandes pretensiones.
Asentada en su particular colosalismo, la estructura formal del filme es modélica, con la travesía del héroe trazada con corrección y la descripción de un personaje ambiguo y oscuro que poco a poco va encaminándose a su también monumental cruzada moral.
Excelentes Joaquin Phoenix, Mark Whalberg, Robert Duvall y el solvente plantel de secundarios. Más que por la dirección de actores, la brillante entrega del elenco actoral tiene que ver con la buena escritura de Gray y su guión, el delicado tratamiento para cada personaje y la especial atención hacia el tempo de cada uno en pantalla, junto con sus pequeñas tramas particulares.
Maravillosa fotografía, oscura y matizada, gran dirección artística y la poderosa banda sonora de Wojciech Kilar (junto con todo el material de archivo) conforman una atmósfera perfecta para esta historia, en la que la portentosa parte estética queda maravillosamente definida y ayuda a sostener algunas locas ideas firmadas en el desarrollo argumental y creadas por el miedo a no alejarse de lo preestablecido.
La escena final, un duelo muy cercano al western entre protagonista y su alter ego, se adivina escrita con brillantez, pero un montaje desastroso y una puesta en escena artificiosa terminan por dar como resultado una secuencia atropellada y narrada con cierta torpeza.
‘La Noche es Nuestra’ hace chocar continuamente sus enormes pretensiones con un desarrollo que nunca se desmarca de lo convencional y lo previsible. Finalmente queda como una película más de gangsters aderezada con un envoltorio técnico y formal de lujo, y esa discordancia entre sus objetivos desmesurados y lo que realmente ofrece terminan por desequilibrar la película al completo.
Lo que podría haber sido una gran película, una de las mejores del año gracias al descubrimiento del poderío visual de su director, se convierte desgraciadamente en un filme de género recubierto de inexperiencia, cuya única pretensión se convierte en aguantar el interés hasta su secuencia final.