La nueva peripecia de Joel Schumacher en el cine viene a poner de relieve una vez más su nefasta producción cinematográfica y un ojo especial para embarcarse en proyectos absurdos y carentes de interés. En ‘El número 23’ Jim Carrey hace lo que puede con una historia de lo más insulsa, apoyada en el supuesto aliciente de que su personaje lee un libro donde aparece su vida al detalle. Schumacher, para contar su película, acude a los lugares comunes de muchas otras películas del género y los refríe sin vuelta de hoja alguna, firmando un producto prefabricado sin personalidad alguna.
El filme, que trata de abordar temas como la paranoia o la obsesión de una forma torpe y nada fluida, ni siquiera se molesta en ofrecer una base lo suficientemente sólida como para que el espectador entre en el juego y se crea realmente que existe una conspiración alrededor del número 23, y pretende ampararse en que el descubrimiento de que 22+1=23 es algo inquietante, proponiendo fórmulas absurdas que, evidentemente, todas llevan al 23 si uno quiere.
Para dar aún más machacada la historia al espectador, la historia del libro se rueda con luces diferentes y saturadas ofreciendo una estética penosa, y la correcta fotografía del resto de la película queda completamente deslucida por los experimentos modernistas de su autor.
Finalmente, una resolución tan absurda y poco creíble como el desarrollo de la historia viene a redondear una película en la que no hay nada rescatable, y uno pasa su metraje sin pena ni gloria con la sensación de haber asistido a una nadería con aires de grandeza que tal vez pensaba trascender en el malogrado género del thriller.