“Cómo te llamas? Harry Caine.
Antes me llamaba Mateo, y era director de cine.
Desde muy joven, siempre me tentó la idea de ser alguien más, además de yo mismo.
Vivir una sola vida no me bastaba.”
Así son las primeras líneas de diálogo de Los Abrazos Rotos, de Pedro Almodóvar.
En ellas, parece estar hablando de sí mismo. Parece querer decir que siempre ha querido ser otro cineasta, poder hacer otras películas, otro tipo de cine que por su nombre y por las señas de identidad que le han dado fama y que le permiten seguir haciendo películas, es incapaz de hacer.
Vivir una sola “vida” creativa no le basta. ¿Es posible que Pedro quiera dejar de ser Almodóvar? La respuesta descansa con evidencia latente en su última película, cuando el director se proyecta en la pantalla como personaje principal.“Hubo un momento en que, de modo abrupto, no pude dejar de ser Harry Caine”. La pregunta correcta va encaminada más bien a si será capaz de conseguirlo.
El director manchego acaba de comenzar un nuevo proyecto, La Piel que Habito, según sus propias palabras: “una película de terror, la más dura que he escrito y con un personaje principal brutal”. ¿Puede haber un mayor cambio de rumbo al anunciar una propuesta como ésta?
Antonio Banderas encarna al personaje principal, y ya no están Penélope Cruz, ni las actrices que siempre acompañan (e impulsan) los proyectos del realizador. La Piel que Habito se anuncia como un verdadero cambio de registro, un cambio no anunciado públicamente. Almodóvar dejó ese mensaje registrado en Los Abrazos Rotos, una hermosa reflexión sobre sí mismo y sobre su situación creativa.
Que estas notas sirvan como apunte para la reflexión en torno a un cineasta que vive en estos tiempos una apasionante encrucijada creativa, y para tratar de enriquecer la lectura de Los Abrazos Rotos en torno al deseo de un cineasta de dejar de ser él mismo, de renegar de sus señas de identidad para tratar de abrazar nuevas ideas, pues es la única manera obtener la supervivencia autoral para hacer nuevas películas.
La última frase de diálogo de la película, antes de que el autor se atreva a iniciar este camino lleno de incertidumbre, resalta la lucidez del momento de cambio en el que se encuentra un director que no sabe a dónde llegará pero que muestra una inspiradora voluntad creativa para afrontar esta nueva etapa:
“Las películas hay que terminarlas, aunque sea a ciegas.”